El
doble etéreo es el duplicado del cuerpo físico del hombre. Se le ve
algunas veces durante la vida cerca del cuerpo y sus salidas de éste
se notan generalmente por la pesadez o semi letargo del mismo.
Actuando como el receptor o vehículo del principio de vida durante
la vida terrestre, su separación del cuerpo se señala naturalmente
por el descenso de todas las funciones vitales, aún cuando el cordón
que une a ambos esté todavía intacto, el rompimiento de este cordón
acarrea la muerte del cuerpo.
Cuando
el doble etéreo deja finalmente el cuerpo, no se va a distancia de
éste. En
los casos normales permanece flotando sobre él, siendo su estado de
conciencia soñoliento y tranquilo, a menos que al lado del cadáver
que acaba de abandonar, haya manifestaciones ruidosas de dolor y
emociones violentas y aquí conviene decir que durante el lento
proceso de
la muerte, mientras el doble etéreo está efectuando su separación
del cuerpo, y también después de verificada aquella, debe
observarse gran tranquilidad y dominio de sí mismo en la cámara
mortuoria. Pues durante este tiempo, toda la vida pasa velozmente en
revista delante del ego, como lo han relatado los que se han estado
ahogando y han pasado a este estado de inconsciencia y casi de
muerte.
Un
maestro ha escrito:
“En
el último momento toda la vida se refleja en nuestra memoria y
surgen de todos los ángulos y rincones olvidados, cuadro tras
cuadro, suceso tras suceso... El hombre puede parecer a menudo
muerto; sin embargo, desde la última pulsación, desde el último
latido del corazón, hasta el momento en que la última chispa de
calor animal abandona al cuerpo el cerebro piensa, y el ego pasa
durante estos breves segundos por toda su vida. Los que asistís a
tales momentos, y os encontráis en la presencia solemne de la
muerte, debéis observar quietud, precisamente después que la muerte
ha extendido su viscosa mano sobre el cuerpo. Hablad quedo, porque de
lo contrario, perturbaríais el tranquilo manar del pensamiento, y
pondríais obstáculos a la obra laboriosa del pasado que lanza sus
reflejos sobre el velo del futuro”.
Este
es el tiempo durante el cual las imágenes del pensamiento de la vida
terrestre que termina agolpándose alrededor de su productor, se
agrupan y entremezclan formando la imagen completa de aquella vida, e
imprimiéndose en su totalidad en la luz astral. Las costumbres
dominantes, las tendencias más pronunciadas del pensamiento
confirman su preeminencia y se estampan como cualidades
características, que aparecerán como "cualidades innatas"
en la encarnación siguiente. Este balance de las cuentas de la vida,
esta lectura de los anales kármicos, es demasiado solemne e
importante para ser perturbado por las lamentaciones intempestivas de
los parientes y amigos.
"En
el momento solemne de la muerte, aún cuando sea repentino, el hombre
ve su vida entera pasar ante su vista en sus más minuciosos
detalles. Por un corto instante, lo personal se funde con el Ego
individual, conocedor de todo. Pero este instante es suficiente para
demostrarle toda la cadena de las causas que han funcionado durante
su vida. Se ve y se comprende entonces tal como él es, permaneciendo
como espectador mirando al escenario que abandona".
A
esta vívida perspectiva, sigue, en las personas ordinarias, el
ensueño tranquilo semiconsciente de que se ha hablado, al flotar el
doble etéreo sobre el cuerpo a que ha pertenecido, y del que ahora
se halla completamente separado. Algunas veces este doble es visto
por personas en la casa o en la proximidad de la misma, cuando el
pensamiento del moribundo se ha fijado de un modo intenso en alguno
de los que deja, cuando alguna grande ansiedad ha preocupado a la
mente en el último momento, algo que se ha dejado por hacer y que es
necesidad que se haga, o cuando algún trastorno local ha perturbado
la tranquilidad de la entidad que parte.
Bajo
estas condiciones u otras similares, el doble puede ser visto u oído;
cuando se le ve, muestra la conciencia soñolienta y obscurecida que
se ha mencionado, silencioso, vago en su aspecto y no se comunica. A
medida que transcurren los días, los cinco principios superiores se
desprenden de la envoltura del doble etéreo y arrojan de sí a éste
como lo hicieron antes con el cuerpo físico. Pasan luego, como
entidad quíntuple, a un estado dejando al doble etéreo con el
cuerpo y convirtiéndose así en un cadáver etéreo, lo mismo que el
cuerpo se había antes convertido en un cadáver físico.
Este
cadáver etéreo permanece cerca del físico, y ambos se
desintegran a la vez: los clarividentes ven estos despojos etéreos
en los cementerios, mostrando algunas veces cierto parecido al
cadáver y otras veces apareciendo como un vapor o como una luz
violeta. Un cadáver etéreo así ha sido visto por un amigo mío,
pasando por el estado horrible y repulsivo de la descomposición,
visión espantosa, ante la cual la clarividencia no es ciertamente un
don feliz. Este proceso continúa pari pasu, hasta que todo el
cadáver físico queda reducido a esqueleto y las partículas
desintegradas han ido a formar parte de otras combinaciones.
Una
de las grandes ventajas de la cremación, aparte de las condiciones
sanitarias, consiste en la pronta devolución a la Madre Naturaleza,
por medio del fuego, de los elementos materiales que componen el
cadáver físico y el etéreo. En lugar de una descomposición lenta
y gradual, tiene lugar una rápida desintegración, sin que queden
restos físicos ni etéreos que produzcan perjuicios posibles en los
planos respectivos. El cuerpo etéreo puede, hasta cierto punto, ser
vivificado por un corto período después de la muerte.
EI
Dr. Hartmann, dice:
"El
cadáver fresco de una persona que haya muerto repentinamente, puede
ser galvanizado en una apariencia de vida por la aplicación de una
batería galvánica. Del mismo modo el cadáver etéreo de una
persona puede ser dotado de una vida artificial por medio de la
infusión de parte del principio vital de un médium. Si este cadáver
es el de una persona muy intelectual, puede hablar muy
inteligentemente, y si es el de un tonto, hablará como tal".
Este
pernicioso procedimiento no puede verificarse sino en la vecindad del
cadáver y por un tiempo muy limitado después de la muerte; pero se
registran casos de tales galvanizaciones del cadáver etéreo,
ejecutadas en la tumba de la persona fallecida. Inútil es decir que
semejante operación pertenece sin género de duda a la magia negra y
es por completo perversa. Los cadáveres etéreos, lo mismo que los
físicos, si no se les destruye prontamente por el fuego deben
dejarse en el silencio y en la oscuridad; silencio y oscuridad cuya
interrupción constituye una de las mayores profanaciones.
Extracto:
“Formas de vida después de la muerte” de
Annie Besant
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