La
Pequeña Edad de Hielo (PEH) fue un período frío que abarcó desde
comienzos del siglo
XIV
hasta mediados del XIX.
Puso fin a una era extraordinariamente calurosa llamada óptimo
climático medieval
(siglo
X
al XIV).
Hubo tres máximos: sobre 1650,
alrededor de 1770
y hacia 1850.
Inicialmente
se pensó que era un fenómeno global, pero posteriormente fue
desmentido. Bradley y Jones (1993), Hughes y Díaz (1994) y Crowley y
Lowery (2000), describen la PEH como una época donde el hemisferio
norte tuvo un modesto enfriamiento de menos de 1ºC.
La
NASA define el
término Pequeña
Edad del Hielo
como un periodo frío entre 1550 y 1850 con tres periodos
particularmente fríos: uno comenzando en 1650 (Mínimo
de Maunder 1645-1715), otro en 1770 y el último en 1850, cada
uno separado por intervalos de ligero calentamiento.
Quereda
Sala y otros mencionan que el Ebro
se heló siete veces entre 1505
y 1789.
En 1788
y de nuevo en 1789
el río permaneció helado durante quince días. El libro también
menciona la presencia de una extensa red de neveros, o pozos
de nieve,
ventisqueros y glaciares que se construyeron y mantuvieron entre los
siglos XVI y XIX a lo largo del Mediterráneo
oriental, algunos ubicados en áreas donde no nieva en la actualidad
un solo día al año. El almacenamiento y distribución de hielo eran
un negocio vivo que involucraba secciones enteras de la población
rural.
Hay
también una amplia evidencia de que durante ese período los
glaciares se extendieron en los Pirineos,
fundiéndose desde entonces. Es más, los remanentes del glaciar de
Sierra
Nevada
que finalmente sucumbió al final del siglo
XX,
se originaron en este momento, y no eran, como a veces se dice,
restos de la última verdadera Edad de Hielo. Los últimos verdaderos
glaciares de Sierra Nevada y los Picos
de Europa se fundieron a finales del siglo
IX.
Se
cree que las temperaturas en Europa
durante el óptimo climático medieval llamado entre los siglos IX al XIII deben haber sido
entre 1º y 1,5°C. superiores a la temperatura actual, suficiente
para que estos glaciares, e incluso los de los Pirineos, se hubieran
fundido. Los actuales glaciares de los Pirineos se formaron
principalmente durante este periodo frío y han estado fundiéndose
despacio desde entonces. El área de la superficie total de los
glaciares en la vertiente sur de los Pirineos ha descendido desde las
1.779 ha.
en 1894
a 290 ha. en el año 2000.
Martin
y Olcina en Clima y Tiempo señalan en España cuatro períodos
de sucesos catastróficos (mitad del siglo XV, 1570–1610, 1769–1800
y 1820–1860) señalados por lluvias intensas, nevadas y tormentas
en el mar. Estos se mezclaron con los interludios de severas sequías.
Otro
estudio de A. Sousa y P. García-Murillo en 2003
se fija en los cambios en el humedales de Andalucía
(específicamente Doñana)
al final de la Pequeña Edad de Hielo. Los autores encontraron que la
Pequeña Edad de Hielo se caracterizó por periodos más lluviosos
alternando con otros de sequía. Otros autores creen que la PEH se
caracterizó en el sur de la Península Ibérica por un aumento de la
lluvia, mayor frecuencia de las inundaciones y de la sedimentación
en la Europa mediterránea.
Alrededor
de 1850,
el clima del mundo empezó a calentarse de nuevo y puede decirse que
la Pequeña Edad de Hielo se acabó en ese momento.
Los
científicos han identificado dos causas de la Pequeña Edad de Hielo
fuera de los sistemas de interacción océano-atmósfera: una
disminución de la actividad solar y un aumento de la actividad
volcánica. Otras personas investigan influencias más antiguas, como
la variabilidad natural del clima y la influencia humana. Algunos
también han especulado que la despoblación de Eurasia durante la
peste
negra
y la disminución resultante en el rendimiento agrícola pudieran
haber prolongado la Pequeña Edad de Hielo.
Durante
el periodo 1645–1715,
en mitad de la Pequeña Edad de Hielo, la actividad solar reflejada
en las manchas
solares era sumamente baja, con algunos años en que no había
ninguna mancha solar. Este período de baja actividad de la mancha
solar es conocido como el Mínimo
de Maunder. El eslabón preciso entre la baja actividad de las
manchas solares y las frías temperaturas no se ha establecido, pero
la coincidencia del Mínimo de Maunder con el periodo más profundo
de la Pequeña Edad de Hielo sugiere que hay una conexión. Otros
indicadores de la baja actividad solar durante este período son los
niveles de carbono-14
y berilio-10.
A
lo largo de la Pequeña Edad de Hielo, el mundo experimentó también
una actividad volcánica elevada. Cuando un volcán
entra en erupción, sus cenizas alcanzan la parte alta de la
atmósfera y se pueden extender hasta cubrir la tierra entera. Estas
nubes de ceniza hacen que no llegue la radiación solar entrante,
llevando a una disminución de la temperatura a nivel mundial. Pueden
durar hasta dos años después de una erupción. Asimismo, se emitió
durante las erupciones azufre
en forma de gas SO2. Cuando este gas alcanza la estratosfera,
se convierte en partículas de ácido
sulfúrico
que reflejan los rayos del sol, reduciendo la cantidad de radiación
que alcanza la superficie de la tierra. En 1815
la erupción del volcán Tambora
en Indonesia
cubrió la atmósfera de cenizas; el año siguiente, 1816,
fue conocido como el año
sin verano,
cuando hubo hielo y nieves en junio y julio en Nueva
Inglaterra
y el norte de Europa.
Fuente:
Wikipedia
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