El quinto Sol
Fray
Bernardino de Sahagún, en su obra “La Historia General de las
cosas de la Nueva España”, también conocida como “Código
Florentino”, recoge la leyenda transmitida por los aztecas, que
habla sobre la creación del Quinto Sol y de la Luna.
La
leyenda decía así:
“Antes
de que hubiese día, se reunieron los dioses en Teotihuacan y
dijeron: ¿Quién alumbrará el mundo?. Un dios rico, Tecuzitecatl,
dijo: Yo tomo el cargo de alumbrar el mundo. ¿Quién será el
otro?, y como nadie respondía, se lo ordenaron a otro dios que era
pobre y buboso, Nanahuatzin.
Después
del nombramiento, los dos comenzaron a hacer penitencia y a elevar
oraciones. El dios rico ofreció plumas valiosas de un ave que
llamaba quetzal, pepitas de oro, piedras preciosas, coral e incienso
de copal. El buboso ofrecía cañas verdes, bolas de heno, espinas de
maguey cubiertas con su sangre, y en lugar de copal, ofrecía las
postillas de sus bubas.
A
media noche se terminó la penitencia y comenzaron los oficios. Los
dioses regalaron al dios rico un hermoso plumaje y una chaqueta de
lienzo y al dios pobre, una estola de papel. Después encendieron
fuego y ordenaron al dios rico que se introdujera en él. Pero tuvo
miedo y se echó para atrás. Lo intentó de nuevo y volvió a
retirarse, así hasta cuatro veces. Entonces le tocó el turno a
Nanahuatzin que cerró los ojos y se metió en el fuego y ardió.
Cuando el rico lo vio, lo imitó. A continuación entró un águila,
que también se quemó y por eso el águila tiene las plumas de color
muy oscuro. Después entró un tigre que se chamuscó y quedó
manchado de blanco y negro. Los dioses se sentaron entonces a esperar
por dónde saldría Nanauatzin.
Miraron
hacia Oriente y vieron salir el Sol muy colorado, tan brillante que
no podían mirarlo y lanzando rayos en todas direcciones. Volvieron a
mirar hacia Oriente y vieron salir la Luna. Al principio los dos
dioses resplandecían por igual, pero uno de los presentes arrojó un
conejo a la cara del dios rico y de esa manera disminuyó su
resplandor. Todos se quedaron quietos sobre la tierra. Después
decidieron morir para dar de esa manera la vida al Sol y la Luna. Fue
el Aire quien se encargó de matarlos y a continuación el Viento
empezó a soplar y a mover, primero al Sol y más tarde a la Luna”.
Para
conmemorar el nacimiento de los astros, se construyeron en
Teotihuacán dos pirámides en los sitios donde habían orado ambos
dioses antes del sacrificio. La pirámide mayor se llamó Tonatiuh
Itzacualli, Casa del Sol, y la menor Meztli Itzacualli, Casa de la
Luna.
El
quinto Sol se llama Nahui-Ollin
(Cuatro-Movimiento), porque está
destinado a desaparecer por un terremoto que sacudirá la Tierra, y
los monstruos del Oeste, tzitzimime, con apariencia de esqueletos,
matarán a todos los seres humanos.
Continuará...
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