17/12/18

EL SOL INVICTUS Y MITRA


Deus Sol Invictus” (el invencible dios Sol), fue un título religioso aplicado al menos a tres divinidades distintas en Roma: a El Gabal, al dios Sol (Helios) y a Mitra.

A partir sobre todo del siglo III, con Aureliano, e incluso muchos emperadores anteriores a Constantino grabaron el Sol Invictus en sus monedas oficiales, con la leyenda SOLI INVICTO COMITI, para de este modo invocar al Sol Invicto como compañero del emperador. De hecho, la moneda oficial de Constantino continuó llevando la leyenda relativa al Sol Invictus hasta el año 323.

La religión y fiesta del Sol Invictus continuó siendo parte de la religión estatal hasta que el paganismo fue abolido por decreto del emperador Teodosio I el 27 de Febrero del 380 por el edicto de Tesalónica, promulgando el Cristianismo como única religión del Imperio. 

                                                                 Mitra y el Toro

A finales del siglo I a.C. un nuevo dios irrumpió en el Imperio Romano con una pujanza extraordinaria: el dios persa Mitra, dios de la luz y la sabiduría, que ofrecía la salvación mediante la creencia en un alma inmortal.

El culto a Mitra, muy difundido entre los siglos I a VI d.C., estaba reservado solo a los hombres, sobre todo a los soldados, y era representado como un muchacho que está matando a un toro.
El toro y su sacrificio tenían un vínculo simbólico con la muerte y la resurrección, y con el crecimiento de las cosechas. Sus templos se erigían en cavernas, mithraea, en las que se han encontrado representaciones pictóricas del sacrificio al toro.

El mito se pierde en el tiempo. Su culto se extendió por Persia y tras ser vencidos los piratas cilicios por Pompeyo, sus legiones llevaron la nueva doctrina a Roma donde se introdujo a finales del siglo I a.C. Bajo el mandato de Aureliano esta deidad cobrará mucha relevancia y será asimilada a la del “Dios Invictus”.

La mitología recoge la leyenda de Mitra que es el enviado del dios Sol a la tierra para redimir a los hombres tras nacer un 25 de Diciembre.
En el momento de su nacimiento lleva un gorro frigio (símbolo de libertad), una daga y una antorcha y será adorado por pastores. Tras ello, se traslada a la Cueva Primordial donde recibe el encargo del dios, transmutado en cuervo, de capturar al Toro Primigenio y transportarlo sobre sus hombros a la Cueva donde se celebrará el sacrificio.
La dura prueba comienza con el acoso y captura del soberbio animal que se resiste con fiereza y que incluso descabalga y hiere al Dios varias veces, hasta que finalmente éste consigue someterlo, para así empezar realmente el transitus o traslado del toro vivo hasta la gruta. Tras un largo y durísimo viaje consigue llegar a su destino, donde el cuervo (dios) le anuncia que debe realizar el sacrificio. Después de doblegar al animal, con la daga que portaba al nacer, degüella al toro brotando de su sangre animales beneficiosos para el hombre y cereales de su rabo.

Después de redimirnos con el sacrificio, Mitra asciende a los cielos donde espera el fin del reinado del Señor de las tinieblas (los días oscuros). Hará resucitar a los muertos y se los llevará más allá de las estrellas, tras lo cual el mundo será destruido, para que llegue un nuevo Comienzo.
Como en todos los cultos mistéricos, los adeptos estaban obligados a mantener en secreto los rituales del culto, por lo que no hay apenas testimonios escritos. 
El culto empezaría tras las Saturnalias (del 17 al 23 de diciembre), los días 24 y 25 estarían dedicados a Mitra: el 24 Mitra moría y comenzaba su “transito inferior del sol” y luego, el día 25, renacía victorioso al igual que el Son Invencible, “natalis solis invicti”. De ahí que será asimilado a esa deidad.

Aureliano, en el siglo III d.C., fortaleció la posición del dios del Sol como la principal divinidad del panteón romano. Su intención era dar a todos los pueblos del imperio, civiles o soldados, occidentales u orientales, un solo dios en quien ellos podrían creer sin traicionar a sus propios dioses.

El mitraísmo habría sido un instrumento adicional para favorecer la cohesión del vasto conglomerado étnico y cultural en el que se había convertido el Imperio Romano, empezando por el estamento militar. Se trataba de un culto basado en la autoridad de la jerarquía, en la sumisión de los seguidores y en la creación de potentes lazos personales a través de las pequeñas hermandades que lo llevaban a cabo, lazos que permitían a gentes de distinta procedencia encontrar fuertes vínculos de identidad y solidaridad.

El culto a Mitra ofrece puntos en común con el cristianismo, no sólo por su sentido moral, sino también por sus correlaciones con ciertos pasajes bíblicos. Tal fue su parecido que Tertuliano aseguró que el culto de Mitra era “una diabólica imitación del cristianismo”. Hasta cierto punto, esta tendencia preparaba el advenimiento del cristianismo, religión que a su vez se había ido difundiendo y cuyo crecimiento se multiplicaría a partir del decreto de tolerancia emitido por el emperador Constantino en el año 313.
Este largo periplo nos lleva por fin a conocer el origen de la celebración de nuestra Navidad el 25 de Diciembre. De hecho, no se reconocerá esta festividad hasta más de 300 años después de la muerte de Jesús.


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