“Deus
Sol Invictus” (el invencible dios Sol), fue un título religioso
aplicado al menos a tres divinidades distintas en Roma: a El Gabal,
al dios Sol (Helios) y a Mitra.
A
partir sobre todo del siglo III, con Aureliano, e incluso muchos
emperadores anteriores a Constantino grabaron el Sol Invictus en sus
monedas oficiales, con la leyenda SOLI INVICTO COMITI, para de este
modo invocar al Sol Invicto como compañero del emperador. De hecho,
la moneda oficial de Constantino continuó llevando la leyenda
relativa al Sol Invictus hasta el año 323.
La
religión y fiesta del Sol Invictus continuó siendo parte de la
religión estatal hasta que el paganismo fue abolido por decreto del
emperador Teodosio I el 27 de Febrero del 380 por el edicto de
Tesalónica, promulgando el Cristianismo como única religión del Imperio.
Mitra y el Toro
A
finales del siglo I a.C. un nuevo dios irrumpió en el Imperio Romano
con una pujanza extraordinaria: el dios persa Mitra, dios de la luz y
la sabiduría, que ofrecía la salvación mediante la creencia en un
alma inmortal.
El
culto a Mitra, muy difundido entre los siglos I a VI d.C., estaba
reservado solo a los hombres, sobre todo a los soldados, y era
representado como un muchacho que está matando a un toro.
El
toro y su sacrificio tenían un vínculo simbólico con la muerte y
la resurrección, y con el crecimiento de las cosechas. Sus templos
se erigían en cavernas, mithraea, en las que se han encontrado
representaciones pictóricas del sacrificio al toro.
El
mito se pierde en el tiempo. Su culto se extendió por Persia y tras
ser vencidos los piratas cilicios por Pompeyo, sus legiones llevaron
la nueva doctrina a Roma donde se introdujo a finales del siglo I
a.C. Bajo el mandato de Aureliano esta deidad cobrará mucha
relevancia y será asimilada a la del “Dios Invictus”.
La
mitología recoge la leyenda de Mitra que es el enviado del dios Sol
a la tierra para redimir a los hombres tras nacer un 25 de Diciembre.
En
el momento de su nacimiento lleva un gorro frigio (símbolo de
libertad), una daga y una antorcha y será adorado por pastores. Tras
ello, se traslada a la Cueva Primordial donde recibe el encargo del
dios, transmutado en cuervo, de capturar al Toro Primigenio y
transportarlo sobre sus hombros a la Cueva donde se celebrará el
sacrificio.
La
dura prueba comienza con el acoso y captura del soberbio animal que
se resiste con fiereza y que incluso descabalga y hiere al Dios
varias veces, hasta que finalmente éste consigue someterlo, para así
empezar realmente el transitus o traslado del toro vivo hasta la
gruta. Tras un largo y durísimo viaje consigue llegar a su destino,
donde el cuervo (dios) le anuncia que debe realizar el sacrificio.
Después de doblegar al animal, con la daga que portaba al nacer,
degüella al toro brotando de su sangre animales beneficiosos para el
hombre y cereales de su rabo.
Después
de redimirnos con el sacrificio, Mitra asciende a los cielos donde
espera el fin del reinado del Señor de las tinieblas (los días
oscuros). Hará resucitar a los muertos y se los llevará más allá
de las estrellas, tras lo cual el mundo será destruido, para que
llegue un nuevo Comienzo.
Como
en todos los cultos mistéricos, los adeptos estaban obligados a
mantener en secreto los rituales del culto, por lo que no hay apenas
testimonios escritos.
El culto empezaría tras las Saturnalias (del
17 al 23 de diciembre), los días 24 y 25 estarían dedicados a
Mitra: el 24 Mitra moría y comenzaba su “transito inferior del
sol” y luego, el día 25, renacía victorioso al igual que el Son
Invencible, “natalis solis invicti”. De ahí que será asimilado
a esa deidad.
Aureliano,
en el siglo III d.C., fortaleció la posición del dios del Sol como
la principal divinidad del panteón romano. Su intención era dar a
todos los pueblos del imperio, civiles o soldados, occidentales u
orientales, un solo dios en quien ellos podrían creer sin traicionar
a sus propios dioses.
El
mitraísmo habría sido un instrumento adicional para favorecer la
cohesión del vasto conglomerado étnico y cultural en el que se
había convertido el Imperio Romano, empezando por el estamento
militar. Se trataba de un culto basado en la autoridad de la
jerarquía, en la sumisión de los seguidores y en la creación de
potentes lazos personales a través de las pequeñas hermandades que
lo llevaban a cabo, lazos que permitían a gentes de distinta
procedencia encontrar fuertes vínculos de identidad y solidaridad.
El
culto a Mitra ofrece puntos en común con el cristianismo, no sólo
por su sentido moral, sino también por sus correlaciones con ciertos
pasajes bíblicos. Tal fue su parecido que Tertuliano aseguró que el
culto de Mitra era “una diabólica imitación del cristianismo”.
Hasta cierto punto, esta tendencia preparaba el advenimiento del
cristianismo, religión que a su vez se había ido difundiendo y cuyo
crecimiento se multiplicaría a partir del decreto de tolerancia
emitido por el emperador Constantino en el año 313.
Este
largo periplo nos lleva por fin a conocer el origen de la celebración
de nuestra Navidad el 25 de Diciembre. De hecho, no se reconocerá
esta festividad hasta más de 300 años después de la muerte de
Jesús.
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