Sir
Wildfrid, en su contribución al coro darwinista en las publicaciones
que aparecieron con motivo del Centenario de Darwin (1.958),
escribió:
«Se
debería hacer referencia a los fenómenos evolutivos de la
convergencia y del paralelismo, porque es bien sabido que dichos
fenómenos pueden llevar a semejanzas estructurales que, si se toman
por sí mismas, pueden conducir a error. El término “convergencia”
se aplica a la tendencia ocasional de que tipos relacionados
distantes se
simulen
entre sí respecto a proporciones generales o en el desarrollo de
adaptaciones análogas como respuesta a unas necesidades funcionales
similares.»
¿Qué
sucedió durante estos aproximadamente 25 años para que los
fenómenos a gran escala de los que Clark decía que “ya no deben
considerarse como una curiosidad incidental” se hayan convertido en
una “tendencia ocasional”?. Quizá se había hecho crecientemente
claro durante los años transcurridos que la admisión de la realidad
de la convergencia a gran escala era sumamente contradictoria
respecto a muchos de los árboles genealógicos comúnmente exhibidos
y que pretendían exponer una descendencia evolutiva lineal basándose
puramente en la morfología.
Tan
crucial es la morfología que el antropólogo Franz Weidenreich
formuló el siguiente principio:
«Al
proceder a la determinación del carácter de una forma fósil
determinada y de su puesto especial en la línea de la evolución
humana, solo se deberían tener en cuenta sus rasgos morfológicos
como base decisoria, ni la situación del emplazamiento de donde fue
recuperado, ni la naturaleza geológica del yacimiento en el que
estaba sepultado tienen importancia.»
Pero,
¿qué valor tiene esta exigencia de que se ignore la evidencia
geológica y que solo se considere la apariencia física?
A
la luz de la posibilidad de que la estructura sea enteramente
resultado de circunstancias ambientales o históricas y que no tenga
nada que ver con la edad geológica, el argumento carece de toda
validez.
Sir
Solly Zuckerman, aunque era un evolucionista plenamente convencido,
admitió abiertamente lo siguiente:
«Diversas
pautas genéticas pueden tener idénticos efectos fenotípicos (de
modo que) cuando tratamos con material fósil limitado o
relativamente limitado, la correspondencia en rasgos morfológicos
simples o en grupos de caracteres no implica necesariamente identidad
y relación filética.»
Por
la frase “diversas pautas genéticas”, Zuckerman se está
refiriendo al hecho bien reconocido de que donde las circunstancias
demandan que un animal esté equipado con algún órgano particular
(por ejemplo, una clase especial de ojo), que se dará la tendencia a
que aparezca este órgano aunque el animal no comparta un conjunto
genético que sea responsable del mismo órgano en alguna otra
especie. Así, los conjuntos o pautas de genes que difieren pueden
sin embargo llevar a la producción de estructuras similares en
animales no relacionados.
Wood
Jones argumentó que había alguna especie de «fuerza vital» en la
naturaleza que tenía como resultado el surgimiento de toda clase de
estructuras especializadas en
animales
que capacitaban a sus poseedores a afrontar las exigencias
particulares de sus vidas. Estas estructuras, según era su
convicción, podían aparecer “de la nada”, por así decirlo, en
cierta manera misteriosa la Naturaleza sabe a donde va.
Al
igual que Leo Berg y Sir Alister Hardy, Jones también estaba
persuadido de que había poco o ningún elemento de azar en este
fenómeno. En sus palabras:
«Desde
la aceptación de la teoría de la Evolución propuesta por Darwin se
han realizado muchos intentos, por parte de distinguidos biólogos
(como Gaskill y Patten), para demostrar que los invertebrados
realmente “evolucionaron” transformándose en vertebrados; pero
toda la evidencia disponible deja muy claro que los dos grandes
filums surgieron independientemente el uno del otro..»
Cuando
los propagandistas dogmáticos de la teoría darwinista de la
evolución le dijeron al gran público que algo tan complejo como un
ojo había llegado a la existencia gracias a una vaga fuerza conocida
como Selección Natural que había actuado sobre pequeños cambios
estructurales producidos al azar, su credulidad fue llevada al
extremo.
Es
posible que la fe del público se hubiera derrumbado por completo si
les hubieran pedido que creyesen que este proceso mecanicista al azar
había producido el ojo de los vertebrados y el de los invertebrados
de modo independiente en ambos casos, y más que esto, que había
permitido que los invertebrados adquiriesen al menos tres clases
diferentes de ojos de modo independiente, dentro de los límites de
su propio filum (los ojos de foco simple, bifocal, y compuesto). No
solo los ojos, sino los oídos, corazones y las branquias, y todo lo
demás, se han desarrollado dos veces de forma completamente
independiente en los dos grandes filums.
Continuará...
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