Mientras
que Santo Tomás de Aquino vivió en una época en que coexistían la
religión y la filosofía cada una con su verdad, Pierre Teilhard de
Chardin vive en una época en que coexisten y compiten ciencia y
religión. Así como Santo Tomás pertenece tanto a la filosofía
como a la religión, y las compatibiliza en una verdad única,
Teilhard de Chardin pertenece tanto a la religión como a la ciencia,
y trata de compatibilizarlas en una única verdad y dice:
“La
originalidad de mi creencia consiste en que tiene sus raíces en dos
campos de la vida habitualmente considerados como antagonistas. Por
educación y formación intelectual, yo pertenezco a los Hijos del
Cielo, pero por temperamento y por estudios profesionales, yo soy un
Hijo de la Tierra. Situado así por la vida en el corazón de dos
mundos de los que conozco, por una experiencia familiar, la teoría,
la lengua y los sentimientos, no he erigido ningún tabique interior,
sino que he dejado que actúen en plena libertad una sobre otra, en
el fondo de mí mismo, dos influencias aparentemente contrarias.
Después de treinta años consagrados a perseguir la unidad interior,
tengo la impresión de que se ha operado, naturalmente, una síntesis
entre las dos corrientes que me solicitan. Una no ha matado a la
otra. Hoy creo, probablemente, más que nunca en Dios y desde luego,
más que nunca en el mundo”.
Está
aquí, a una escala individual, la solución particular, esbozada al
menos, del gran problema espiritual con el que choca en la hora
presente, el frente de avance de la humanidad. (Citado
en Introducción al Pensamiento de Teilhard de Chardin de Claude
Tresmontant - Taurus Ediciones)
Los
escritos de Teilhard de Chardin tratan de ser estrictamente
científicos, si bien luego podrán ser interpretados desde una
visión cristiana. Al respecto se citan algunas aclaraciones que
aparecen en distintos escritos:
“Las
páginas que siguen no tratan de presentar directamente ninguna
filosofía; pretenden, por el contrario, extraer su fuerza del
cuidado que se ha tenido en evitar todo recurso a la metafísica. Lo
que se proponen es expresar una visión tan objetiva e ingenua como
sea posible de la Humanidad considerada (en su conjunto y en sus
conexiones con el Universo) como un fenómeno. Ni explícitamente, ni
implícitamente, se ha introducido en nuestros desarrollos la noción
de lo mejor absoluto, o la de causalidad, o la de finalidad. Una ley
experimental, una norma de sucesión en la duración, esto es lo que
presentamos a la sabiduría positiva de nuestro siglo”.
Quede
bien entendido, en primer lugar, que en lo que sigue, me limito
expresamente como es conveniente, al terreno de los hechos, es decir,
al dominio de lo tangible y de lo fotografiable. Al discutir, como
sabio, perspectivas científicas, debo atenerme y me atendré
estrictamente, al examen del orden de las apariencias, es decir, de
los fenómenos.
Sobre
el sentido de la evolución, Theilard de Chardin dice:
“Desde
la religión o desde la filosofía se habla de la finalidad del
universo, o de la finalidad del hombre, como si mediante la
revelación o mediante la razón pudiéramos descubrir la voluntad
explícita del Creador. En cambio, desde la ciencia sólo podemos
hablar de un sentido, como una tendencia observable de la evolución
del universo, o de la humanidad. Luego, a partir de este sentido, es
posible hablar de una finalidad implícita, o finalidad aparente”.
“La
evolución es la expresión de la ley estructural (a la vez de ser y
de conocimiento) en virtud de la cual nada, absolutamente nada,
podría entrar en nuestra vida y visión más que por vía del
nacimiento, sinónimo, en otros términos, de la pan-interligazón
temporal-espacial del Fenómeno. No fue hasta el siglo XIX, bajo la
influencia de la Biología, cuando fue descubierta la coherencia
irreversible de todo lo que existe. La menor molécula de carbono
está en función, por naturaleza y por posición, del proceso
sideral total; y el menor protozoario está tan estructuralmente
mezclado con la trama de la Vida, que su existencia no podría ser
anulada, por hipótesis, sin que se deshiciese ipso facto la red
entera de la Biosfera. La distribución, la sucesión y la
solidaridad de los seres, nacen de su concrescencia en una génesis
común. El tiempo y el espacio se unen orgánicamente para tejer, los
dos juntos, la Tela del Universo”.
Fuente: Introducción al Pensamiento de Teilhard de Chardin - Claude Tresmontant - Ediciones Taurus.
Fuente: Introducción al Pensamiento de Teilhard de Chardin - Claude Tresmontant - Ediciones Taurus.
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