16/2/20

PIRAMIDIÓN MAGNÉTICO


El piramidión de Amenmhat III es una pequeña piedra piramidal que coronaba la pirámide negra de Amenemhat III, sexto faraón de la dinastía XII de Egipto, que está considerado uno de los grandes monarcas del Imperio Medio. Gobernó de 1.853 a 1.807 a.C. aprox., según Von Beckerath.

Simbolizaba el lugar donde se posaba el dios solar Ra o Amón-Ra, en la cúspide del monumento, como punto de unión entre el Cielo y la Tierra.

La pieza fue descubierta en 1.990, entre las ruinas de la pirámide negra del faraón Amenemhat III, situada en Dahshur, una población egipcia situada unos 40 kms. al sur de El Cairo. Pero fue abandonada ya que finalmente decidió descansar en la pirámide que hizo construir en Hawara.

El piramidión magnético negro ha intrigado a los científicos durante miles de años, la piedra de hierro negro no existe excepto en el espacio exterior en los meteoritos espaciales. Pero no se trata de hierro meteorítico sino de granito negro de alta calidad. El mayor misterio que pudiera guardar sin duda serían las técnicas empleadas para el tallado y el pulido al ser muy dura y difícil de formar y perforar. ¿Cómo fue cortada con esa precisión en las esquinas y desviaciones, y cómo se refinaron sus caras con ese pulido único, y se grabaron esas inscripciones en aquellos tiempos que utilizaban cobre para las herramientas?.
Gracias a su composición, transmite una positiva energía electromagnética en su entorno que hace que todos los que se acercan a ella sientan comodidad psicológica, extrema serenidad y energía, por lo que elimina el dolor en cualquier área de su cuerpo. La pirámide se encuentra en el museo del Cairo.

Antiguos mapas dicen que en el polo norte hay una montaña gigante compuesta de este material y es el que atrae la aguja de la brújula. 


12/2/20

ADAM–ADAMI (II)


Los detalles dados por el Dios en beneficio e instrucción de los mortales, presentan períodos de duración incalculable y una serie de reinos y dinastías innumerables, que precedieron a la aparición de Adami (la tierra–roja) sobre la Tierra.
Estos períodos, como era de suponer, soliviantaron a los defensores de la cronología de la letra muerta bíblica hasta el punto de ponerlos casi furiosos, De Rougemont fue el primero en promover un levantamiento contra el traductor. Le reprocha sacrificar a Moisés ante autores anónimos.
Beroso, dice él, por grandes que fueran sus errores cronológicos, estaba, por lo menos, perfectamente de acuerdo con el profeta respecto de los primeros hombres, puesto que habla de Alorus–Adam, de Xisuthros–Noé y de Belos–Nimrod, etc. Por tanto, añade, la obra debe ser apócrifa y digna de figurar con sus contemporáneas: el Libro Cuarto de Esdras, el Libro de Enoch, los Oráculos Sibilinos y el Libro de Hermes, todos los cuales no se remontan más allá de dos o tres siglos antes de Cristo.

Ewald fue aún más duro con Chwolson, y finalmente, M. Renan, en la Revue Germanique le dice que presente pruebas de que su Nabathean Agriculture no fue la obra fraudulenta de algún judío del tercer o cuarto siglo de nuestra Era. No puede ser de otro modo, arguye el autor de la Vida de Jesús, pues en este infolio sobre Astrología y hechicería reconocemos en los personajes presentados Por Qû–tâmy a todos los Patriarcas de las leyendas bíblicas, tales como Adam–Adami, Anouka,–Noé, y su Ibraim–Abraham, etc. Pero esto no es una razón, puesto que Adán y otros nombres son genéricos.
Con todo, exponemos humildemente que considerado una obra apócrifa, aunque sea del siglo III antes de Cristo, en lugar del siglo XIII antes de Cristo, es bastante antigua para parecer genuina como documento, y satisfacer las pretensiones del arqueólogo y del crítico más exigentes. Pues admitiendo, en favor del argumento que esta reliquia literaria haya sido compilada por algunos judíos del III siglo de nuestra Era, ¿qué importa esto?.
Dejando a un lado por un momento la credulidad de sus doctrinas, ¿por qué razón ha de tener menos derecho a ser atendida o ha de ser menos instructiva, en el sentido de que cualquier otra obra religiosa, también compilación de antiguos textos o de tradiciones orales de la misma época o posterior?.

En tal caso deberíamos rechazar y llamar “apócrifo” al Corán, de tres siglos posterior, aunque sabemos que surgió directamente del cerebro del profeta árabe; y tendríamos que desdeñar todos los informes que podemos obtener del Talmud, el cual, en su forma actual, fue también compilación de otros materiales, y no es más antiguo que el siglo IX de nuestra Era.