26/12/16

EL ZODIACO Y SU ANTIGÜEDAD (III)


En Bharat (India) existen hoy día registros antiguos que apuntan a un desarrollado conocimiento de la Astrología en 6.500 años a.C., y manuscritos reales muestran que fueron escritos cerca del 3.700 a.C. Algunos originales han sido destruidos o están perdidos, pero copias de estos hechas por astrólogos pueden encontrarse en las bibliotecas de los Maharajáes y en algunos estados en Bharat.
Uno de los más antiguos autores de Astrología Védica, copias de cuyos trabajos no han sido encontrados, es Pita Maha quien escribió un tratado llamado Pita Maha Siddhanta. Vivió y escribió este libro cerca del 3.000 a.C., quinientos años después otro escritor llamado Vashishttha escribió varios libros de astrología, astronomía y filosofía.
Se ha demostrado que los antiguos hindúes comprendieron la precesión de los equinoccios y calcularon que este (un ciclo completo) se lleva a cabo cada 25.870 años. La observación y precisión matemática necesaria para establecer dicha teoría ha sido la maravilla y admiración de los astrónomos modernos. Ellos, con su conocimiento moderno e instrumentos actuales siguen discutiendo si la precesión se realiza cada 25.870 años o cada 24.500 años. La mayoría cree que los hindúes no se equivocaron, pero como llegaron a dicho cálculo es un gran misterio, como el mismo origen.

Al principio del reino de Nabucodonosor, rey de Babilonia, cerca de la época en que los etíopes, bajo Sabacon, invadieron Egipto (751 a.C.), los egipcios que huyeron de él hacia Babilonia, llevaron consigo el año egipcio de 365 días y el estudio de la Astronomía y la Astrología y cimentaron la era de Nabucodonosor, fechándola a partir del primer año de su reinado en 747 a.C., comenzando el año en el mismo día con los egipcios gracias a sus cálculos. Diódoro dice: “dicen que los caldeos en Babilonia, siendo colonia de los egipcios, se volvieron famosos en Astrología, habiéndola aprehendido de los sacerdotes de Egipto” (Citado en el Prefacio al Tetrabilblos de Ptolomeo por J.M. Ashmand).

Issac Newton dice: “La práctica de observar las estrellas comenzó en Egipto en los días de Amón, y se propagó a partir de entonces, en el reino de su hijo Sesac, a África, Europa y Asia, mediante la conquista. Y entonces Atlas formó la esfera de los libios (956 a.C.), y Quirón la de los griegos (939 a.C.); y los Caldeos hicieron también una esfera propia. Pero la Astrología fue iniciada por Nicepsos en Egipto, y Petosiris su sacerdote, un poco antes de los días de Sabacon, y se propagó entonces a Caldea, donde Zaratustra, el legislador de los magos la conoció, así Paulinos dice: “Quique magos docuit mysteria vana Necepsos”.
El secreto de la Astrología constituye una característica principal en las doctrinas de los magos persas; y más adelante aparece en la Cronología de Newton, p. 347, que Zaratustra (aunque la época de su vida ha sido asignada equivocadamente a varios períodos más remotos), vivió en el reino de Darío Histapis, cerca del 520 a.C., y ayudó a Histaspis el padre de Darío, a reformar a los magos, de quienes Histaspis fue maestro. Newton agrega en la p. 352 que “cerca de la misma época con Histaspis y Zaratustra, también vivió Ostanes, otro eminente mago. Plinio lo coloca bajo Darío Histapis, y Suidas lo hace el seguidor de Zaratustra, llegó a Grecia con Xerxes cerca del 480 a.C., y parece ser el Otanes de Heredoto. En su libro, llamado el Octateuco, enseñó la misma doctrina de las deidades como Zaratustra”.

Continuará ...

21/12/16

LA PROFECÍA DEL MESÍAS


En el reino de Gushtasp, nombre oriental de Darío Histaspis rey de Persia, destacó un célebre astrólogo de nombre Gjamasp, también llamado Al Hakim o el Sabio. Los escritores más creíbles dicen que fue hermano del Rey Gushtasp, su confidente y ministro en jefe. Se dice que había pronosticado la llegada del Mesías; y algunos tratados con su nombre aún son actuales en Occidente.

El Dr. Thomas Hyde, hablando de este filósofo, cita un pasaje de un autor muy antiguo que aseguraba que hubo entre los Persas diez doctores de dicha sabiduría consumada que nadie en el mundo se podía jactar.
Él proporciona las palabras del autor: “de estos, el sexto era Gjamasp, un astrólogo, que fue consejero de Histaspis. Él es el autor de un libro titulado “Judicia Gjamaspis”, el cual contiene sus juicios sobre las conjunciones planetarias. Y ahí informó que Jesús debería aparecer; que Mahoma nacería; que la religión de la magia debería ser abolida, etc., y ningún astrólogo lo superó”.

De este libro existe una versión en árabe, cuyo título dice: “El libro del filósofo Gjamasp, que contiene juicios sobre las grandes conjunciones de los planetas, y sobre los eventos producidos por ellos”. Esta versión fue hecha por Lali; el título en árabe fue Al Kerani, y lo publicó en 1.280 d.C. En el prefacio de esta versión se dice que, después de la época de Zaratustra, o Zerdusht, reinó Gushtasp, el hijo de Lohrasp un príncipe muy poderoso; y que en su reino floreció en la ciudad de Balch, en las fronteras de Chorassan, un muy excelente filósofo, cuyo nombre fue Gjamasp, autor de este libro; en donde contiene una narración de todas las grandes conjunciones de los planetas que han ocurrido antes de esta época, y que ocurrirán en las épocas siguientes; en donde aparecen las nuevas religiones, y también describe la aparición de nuevas monarquías. Este autor, a lo largo de toda su obra, se parece al estilo de Zaratustra (conocido en occidente como Zoroastro que significa “estrella de oro”). (D’Herbelot, Bibl. Orient. Art. Gjamasp).

La noción de pronosticar el surgimiento y progreso de las religiones a partir de las grandes conjunciones de los planetas, ha sido probablemente propagado en occidente por Jerónimo Cardano, un fuerte promotor de esta doctrina.
El libro sagrado del zoroastrismo es el Avesta, este libro es poco conocido por ser hoy la religión mazdeísta poco estimada, porque el valor de las doctrinas religiosas ha sido medido en general, por el número de adeptos. Actualmente el mazdeísmo o zoroastrismo tiene cien mil seguidores pese a ser madre de las religiones más importantes de la Tierra.

Los persas modernos son grandes seguidores de la astrología, y aunque distinguen entre ésta y la astronomía tienen solamente una palabra para describir al astrónomo y al astrólogo; viz.manegjim, que es el equivalente exacto a la palabra griega aVtrlogoV.

En Chorassan (Persia), hay un pequeño pueblo llamado Genabed, vive una familia que durante los últimos 700 años, ha iniciado a los astrólogos más famosos de Persia; el astrólogo del rey es siempre nativo de Genabed, o uno traído de allí.
Albumazar de Balch (escolar de Alkendu, un judío profesor de astrología judiciaria en Bagdad, en el Califato de Almamoum) se hizo muy famoso. Escribió expresamente de los astrólogos persas, y puede ser de los trabajos de Gjamasp, debido a que también reporta una predicción de la venida del Mesías en las siguientes palabras: “En la esfera de Persia, dice Aben Ezra, surgirá sobre la cara del signo Virgo, una hermosa mujer, llevará dos espigas de maíz en su mano, y un niño en su brazo, le alimentará y le dará leche .... Esta mujer, dice Albumazar, la llamamos Adrenedefa, la Virgen Pura. Dará a luz un hijo en el lugar llamado Abrie (la tierra hebrea), y el nombre del niño es llamado Eisi (Jesús)”.
Esto hizo creer a Alberto Magno que nuestro Salvador (Cristo) nació en Virgo, y por lo tanto el Cardenal Alliac, erigiendo la descripción del nacimiento del Señor, colocó este signo en el horóscopo. Pero lo que quería decir Albumazar, dice Fray Roger Bacon, es que dicha virgen nació con el Sol estando en ese signo, y así se anotó en el calendario; y que ella llevaría a su hijo a la tierra de los hebreos.

Fuente: Extracto de “Historia Universal Antigua”.

18/12/16

EL ZODIACO Y SU ANTIGÜEDAD (II)


Bailly calculó el período en que las constelaciones manifiestan la influencia atmosférica llamada por Job “las dulces influencias de las Pléyades”, Kimah en hebreo; la de Orión, Kesil; y la de las lluvias del desierto con referencia a Escorpión, la constelación octava; y llegó a la conclusión de que en presencia de la eterna conformidad de estas divisiones del Zodíaco, y los nombres de los planetas aplicados en todas partes y siempre con el mismo orden, y dada la imposibilidad de atribuirlo todo a la casualidad y a la “coincidencia que nunca crea semejantes parecidos”, tiene que concederse al Zodíaco una antigüedad verdaderamente muy grande.

Si se supone que la Biblia es una autoridad en cualquier materia, algunos la consideran aún como tal, sea por consideraciones cristianas o kabalísticas, entonces el Zodíaco se halla claramente mencionado en II, Reyes XXIII.
Antes que el “libro de la ley” fuese “encontrado” por Hilkiah, el sumo sacerdote, los signos del Zodíaco eran conocidos y adorados. Se les rendía el mismo culto que al Sol y a la Luna, puesto que los sacerdotes, a quienes los reyes de Judah habían ordenado quemar inciensos... a Baal, al sol, a la luna, a los planetas, y a toda la hueste del cielo o a los “doce signos o constelaciones”, como lo explica la nota al margen de la Biblia inglesa, siguieron el mandato durante siglos. Ellos cesaron en su idolatría obligados por el rey Josías, 624 años antes de Cristo.

El Antiguo Testamento está lleno de alusiones a los doce signos zodiacales, y todo el plan está basado sobre él: héroes, personajes y acontecimientos. Así el sueño de José, que vio once “Estrellas” inclinándose ante la duodécima, que era su “Estrella”, se refiere al Zodíaco. Los católicos romanos han descubierto en ello además, una profecía de Cristo, que es aquella duodécima Estrella -dicen-, y las otras los once Apóstoles; siendo considerada también la ausencia de la duodécima como una alusión profética a la traición de Judas.
También los doce hijos de Jacob se refieren a lo mismo, como lo hace observar acertadamente Villapandus. James Malcolm, en su History of Persia, muestra al Dabistan, haciéndose eco de todas estas tradiciones sobre el Zodíaco. Asigna él su invención a los días florecientes de la Edad de Oro del Irán, y observa que una de dichas tradiciones sostiene que los Genios de los Planetas están representados bajo las mismas formas y figuras que asumieron cuando se mostraron ellos mismos a varios santos profetas, lo que condujo al establecimiento de los ritos basados sobre el Zodíaco.

Pitágoras, y después de él Filo Judeo, tenían al número 12 por muy sagrado. Este número doce es perfecto. Es el de los signos del Zodíaco, que el sol visita en doce meses; y para honrar ese número Moisés dividió su nación en doce tribus, estableció los doce panes de proposición, y puso doce piedras preciosas en el pectoral de los Pontífices.
Según Séneca, el caldeo Beroso profetizaba los sucesos y cataclismos futuros por medio del Zodíaco; y las épocas fijadas por él para la conflagración del Mundo -Pralaya- y para un diluvio, se ve que corresponden a las que se dan en un antiguo papiro egipcio. Semejante catástrofe tiene lugar a cada renovación del ciclo del Año Sideral de 25.868 años.

Los nombres de los meses accadianos se derivaban y eran tomados de los nombres de los signos del Zodíaco, y los accadios son mucho más antiguos que los caldeos. Mr. Proctor muestra en su Myths and Marvels of Astronomy, que los antiguos astrónomos poseían un sistema de astronomía de los más exactos 2.400 años antes de Cristo; los indos datan su Kali Yuga de una gran conjunción periódica de los Planetas, treinta y un siglos antes de Cristo.

Continuará …

Fuente: La Doctrina Secreta Vol. II

10/12/16

EL ZODIACO Y SU ANTIGÜEDAD (I)


"Todos los hombres son propensos a tener un gran concepto de su propio entendimiento y a ser tenaces en las opiniones que profesan" dice con razón Jordano, y añade: "Y sin embargo, todos los hombres se guían por el entendimiento de otros, no por el suyo propio; y puede decirse en verdad que más bien adoptan que conciben sus opiniones".
Esto es doblemente cierto respecto de las opiniones científicas sobre hipótesis presentadas a su consideración, decidiendo a menudo el prejuicio y la opinión preconcebida de las llamadas “autoridades” sobre cuestiones de la mayor importancia vital para la historia. Hay varias de tales opiniones predeterminadas sostenidas por nuestros sabios orientalistas, y pocas son tan injustas e ilógicas como el error general con respecto a la antigüedad del Zodíaco.

El tema favorito de algunos orientalistas alemanes, sanscritistas americanos e ingleses han aceptado la opinión del profesor Weber de que los pueblos de la India no tenían idea ni conocimiento del Zodíaco anterior a la invasión de los macedonios, y que los antiguos indos lo importaron a su país tomándolo de los griegos.
Se nos dice además, por otras “autoridades”, que ninguna nación oriental conocía el Zodíaco hasta que los helenos tuvieron a bien participar amablemente su invención a sus vecinos. Y esto lo dicen a la faz del Libro de Job, que hasta ellos mismos declaran ser el más antiguo del canon hebreo y ciertamente anterior a Moisés; libro que habla de la hechura de “Arcturo, Orión y las Pléyades (Osh, Kesil y Kimah) y de las cámaras del Sur”; de Scorpio y el Mazaruth: los doce signos; palabras que, si algo significan, implican el conocimiento del Zodíaco hasta entre las tribus nómadas árabes.

Se dice que el Libro de Job precedió a Homero y a Hesiodo por lo menos mil años, habiendo florecido los dos poetas griegos sobre ocho siglos antes de la Era Cristiana. Y dicho sea de paso, el que prefiriese creer a Platón -que muestra a Homero floreciendo mucho antes- podría señalar un cierto número de signos del Zodíaco en la Ilíada y en la Odisea, en los poemas órficos y en otras partes. Pero dada la disparatada hipótesis impuesta por algunos críticos modernos de que ningún Orfeo, ni Homero o Hesiodo han existido nunca, sería tiempo perdido mencionar para nada a aquellos autores arcaicos.
Bastará el Job árabe; a menos, en efecto, que su volumen de lamentaciones, juntamente con los poemas de los dos griegos, a los que podemos añadir los de Lino, se declare ahora que son una falsificación patriótica del judío Aristóbulo.

Pero si el Zodíaco era conocido en los días de Job, ¿cómo podían ignorarlo los civilizados y filósofos indos?Arriesgando las flechas de la crítica moderna -que se hallan más bien embotadas a causa del mal uso-, puede el lector enterarse de la sabia opinión de Bailly sobre el asunto. Las deducciones pueden resultar erróneas, pero los cálculos matemáticos se basan en cimientos más seguros, tomando como punto de partida varias referencias astronómicas de Job, Bailly ideó un modo muy
ingenioso de probar que los primeros fundadores de la ciencia del Zodíaco pertenecían a un pueblo antediluviano, primitivo.
Aceptando su fecha circunspecta de 3.700 años antes de Cristo como verdadera edad de la Ciencia Zodiacal, esta fecha prueba del modo más irrefutable que no fueron los griegos los que inventaron el Zodíaco, por la sencilla razón de que no existían como raza histórica admitida por los críticos.

Continuará...