Claude
Tresmontant escribe: Toda la obra científica de Teilhard puede
caracterizarse como un esfuerzo para leer, en la misma realidad, y
sin acudir a ningún supuesto metafísico, el sentido de la
Evolución, para elucidar su intencionalidad inmanente, en el orden
mismo del fenómeno, por el método científico solamente,
generalizando así, en el dominio del Fenómeno espacio-temporal
total, una diligencia reconocida como legítima en otras regiones del
saber, en psicología, por ejemplo, como ya hemos dicho.
La
evolución continuada.
Además
de la evolución biológica y la tendencia descrita antes, le sigue
la evolución cultural del hombre, que ha de ser una continuación de
aquella.
Sin
ninguna razón científica precisa, sino por simple efecto de
impresión y rutina, hemos adquirido la costumbre de separar unos de
otros, como si pertenecieran a dos mundos diferentes, los
ordenamientos de individuos y los ordenamientos de células, siendo
sólo los segundos mirados como orgánicos y naturales, por oposición
a los primeros, relegados al dominio de lo moral y lo artificial. Lo
social (lo social humano sobre todo), se considera asunto de
historiadores y de juristas, más que de biólogos.
Superando
esta ilusión vulgar, intentemos más sencillamente, la vía
contraria. Es decir, ampliemos, sin más complicaciones, la
perspectiva reconocida más arriba como válida para todos los
agrupamientos corpusculares conocidos, desde los átomos y las
moléculas hasta los edificios celulares inclusive. Dicho de otra
forma, decidamos que los múltiples factores (ecológicos,
fisiológicos, psíquicos) que actúan para aproximar y relacionar
establemente entre sí a los seres vivientes en general (y más
especialmente a los seres humanos), no son más que la prolongación
y la expresión, a este nivel, de las fuerzas de
complejidad-conciencia, que como decíamos, siempre han sido
actuantes, para construir (tan lejos como sea posible y en todos los
lugares donde sea posible en el Universo), en dirección opuesta a la
entropía, conjuntos corpusculares de orden cada vez más elevados.
Según
la expresión de Julian Huxley, el hombre no es otra cosa que la
evolución hecha consciente de sí misma.
El
hombre toma conciencia de la corriente ontológica que le arrastra y
tiene en su mano ciertas palancas de mando. La condición primera
para que el hombre acabe la obra cósmica emprendida, es que la
evolución o en términos metafísicos, la Creación, descubra que
tiene un sentido. Si hay fracaso, la culpa no deberá ser imputada al
Universo, ni a la Creación, sino al hombre. El hombre no es
solamente una nueva especie de animal, como todavía se repite con
demasiada frecuencia. Representa, inicia una nueva especie de vida.
Después
de la era de las evoluciones sufridas, la era de la auto-evolución,
en él, la conciencia, por primera vez sobre la Tierra, se ha
replegado sobre sí misma, hasta convertirse en pensamiento, para el
mundo, estar construido de tal modo que el pensamiento que ha salido
evolutivamente de él tenga derecho a considerarse irreversible, en
lo esencial de sus conquistas y que la conciencia, florecida sobre la
complejidad, escape, de una manera o de otra, a la descomposición de
la que nada podrá preservar, a fin de cuentas, al tallo corporal y
planetario que la soporta. A partir del momento en que ella se
piensa, la evolución no podrá ya aceptarse, ni autoprolongarse, más
que si se reconoce irreversible, es decir, inmortal.
El
hombre, al mismo tiempo que un individuo centrado en relación
consigo mismo (es decir, una persona) ¿no representa un elemento, en
relación con alguna nueva y más alta síntesis?. Conocemos los
átomos, sumas de núcleos y de electrones; las moléculas, sumas de
átomos; las células, sumas de moléculas, ¿no habrá entre
nosotros, una humanidad en formación, suma de personas organizadas?.
Y ¿no es ésta, por lo demás, la única manera lógica de
prolongar, por recurrencia (en la dirección de mayor complejidad
centrada y de mayor conciencia), el curso de la moleculización
universal?.
Introducción al Pensamiento de Teilhard de Chardin - Claude
Tresmontant - Ediciones Taurus.
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