21/4/18

HOMBRE DE LA BRAÑA (LEÓN)


El yacimiento de La Braña Arintero en León (España), fue descubierto de forma casual en 2.006 y excavado por el arqueólogo de la Junta de Castilla y León Julio Manuel Vidal Encinas. 
La cueva, localizada en una zona fría y montañosa, con una temperatura estable, y a 1.500 metros por debajo del nivel del mar, propició la “excepcional” conservación del ADN de dos individuos descubiertos en su interior, denominados La Braña 1 y La Braña 2.

La Braña 1, hace ya 7.000 años, tenía la piel oscura, intolerancia a la lactosa, los ojos azules y era un experto cazador-recolector del Mesolítico, que vivió en lo que hoy es la provincia de León.
Su genoma, entre los más antiguos de cuantos se han recuperado hasta ahora de la Prehistoria, ha sido secuenciado por un equipo de investigadores dirigido por Carlos Lalueza-Fox del CSIC, en colaboración con el Centre for GeoGenetics de Dinamarca.
La Braña 1 es el primer genoma de un cazador-recolector europeo que la ciencia es capaz de rescatar. Y ha revelado un buen número de datos sobre un hombre en el que se mezclaban los rasgos de las poblaciones del norte y del sur de Europa.

El mesolítico es un periodo que abarca desde hace 10.000 años hasta hace 5.000, momento en que comenzó el neolítico, con sus cambios de costumbres y dieta debidos a la llegada de la agricultura y la ganadería desde el Próximo Oriente.

Con el neolítico, llegaron los carbohidratos y también toda una serie de patógenos transmitidos por los rebaños y otros animales domesticados. Eso supuso todo un desafío para el metabolismo y el sistema inmune de nuestros antepasados, que tuvieron que adaptar sus organismos a la nueva situación. Por supuesto, dicha adaptación quedó plasmada en los genes.
Entre las varias adaptaciones se encuentra, por ejemplo, la capacidad de digerir la lactosa, algo que nuestros antepasados, incluido el individuo de La Braña, no podían hacer.
Sin embargo, la mayor sorpresa fue descubrir que este individuo poseía las versiones africanas en los genes que conforman la pigmentación clara de los europeos actuales, lo que indica que tenía la piel oscura, aunque no podemos saber el tono exacto.

Todavía más sorprendente fue descubrir que poseía las variantes genéticas que producen los ojos azules en los europeos actuales, lo que resulta en un fenotipo único en un genoma que por otra parte es inequívocamente norte europeo. De hecho, el genoma sugiere que las poblaciones actuales más cercanas a La Braña 1 son precisamente, las del norte de Europa, como Suecia y Finlandia.

Además, el trabajo señala que este hombre de hace 7.000 años tiene un ancestro común con los pobladores del yacimiento del Paleolítico superior Malta, ubicado en el lago Baikal (Siberia), cuyo genoma fue recuperado hace unos meses. Estos datos indican que existe continuidad genética en las poblaciones del centro y del oeste de Euroasia -afirma Lalueza-Fox-. De hecho, estos datos coinciden con los restos arqueológicos, ya que en distintas excavaciones de Europa y Rusia, incluido el yacimiento de Malta, se han recuperado figuras antropomórficas, las llamadas Venus paleolíticas muy similares entre sí.

Según señala Iñigo Olalde, primer firmante del estudio, la intención del equipo es intentar recuperar el genoma del individuo de La Braña 2, que está peor conservado, para seguir obteniendo información sobre las características genéticas de estos primeros europeos.

Fuentes: csic - Diario de León

15/4/18

EVOLUCIÓN TERRESTRE (V)

Evolución y Azar son conceptos virtualmente sinónimos, y quizá LeGros Clark (igual que otros) había comenzado a darse cuenta de que la convergencia favorecía el desarrollo por ley y no por azar.
Está muy claro que esta convicción impulsó a Leo Berg a escribir su estudio clásico sobre la convergencia y a darle un título más preciso: “Nomogénesis: Evolución determinada por ley”.
Naturalmente, la idea de que pudiera haber alguna ley gobernando el desarrollo de las formas vivas a través de las edades no debería generar más temor que el concepto de ley en física. Pero los acontecimientos físicos del pasado no han evidenciado ningún progreso de simple a complejo, de inferior a superior, de mayor dependencia del medio ambiente a una menor dependencia del mismo, de carencia de un propósito consciente a un grado muy elevado de propósito, etc., al modo de los seres vivientes.
En este sentido hay una dirección del desarrollo de la vida que no es evidente en el mero orden físico. Y la idea de “dirección” en conformidad a una “ley”, y en una magnitud significativa en contra de la regla por otra parte universal de “degeneración” (entropía) suscita inevitablemente el espectro del propósito. Y un propósito implica a Alguien que lo tiene. Aquí es donde está el quid de la cuestión.

Berg vio que la convergencia era tan predominante que pudo escribir sin vacilación alguna:
«La convergencia, y no la divergencia, es la regla, no la excepción. Esto parece ser predominante, tanto entre las plantas como entre los animales, presentes, recientes y extintos.»
Y en la última reimpresión de su obra le encontramos diciendo:
«A partir de los ejemplos expuestos en esta sección, es evidente que la convergencia afecta a los órganos más importantes y fundamentales para la existencia, y no meramente a los rasgos externos».
«A partir de los numerosos ejemplos que se han ofrecido en este capítulo, y su número se podría multiplicar fácilmente, hemos demostrado que la convergencia afecta a los órganos más fundamentales en los animales y en las plantas, que el fenómeno está ampliamente difundido, y que los puntos de semejanza que se han atribuido a la descendencia común se deben con frecuencia a la convergencia.»

Aunque la convergencia es una doctrina demasiado peligrosa para que pueda recibir demasiado énfasis, está sin embargo admitida con bastante extensión. G. Simpson estuvo dispuesto a admitir:
En la convergencia se da la misma clase de desarrollo oportunista de un estilo de vida por parte de grupos diferentes, tratándose en este caso de grupos disimilares (o menos similares) en tipo adaptativo. La tendencia hacia una mayor semejanza de adaptación involucra características funcionales y estructurales convergentes. Los grupos pueden estar casi relacionados o puede que estén relacionados solo muy de lejos. Los insectos y las aves están tan distantemente relacionados que apenas si puede seguirse ninguna homología determinada entre sus partes, y sin embargo convergen a veces de manera muy estrecha”.

Fuente: La Convergencia y el origen del hombre por Arthur C. Custance.