28/7/17

EL DIOS PAN

Según la tradición, cuando Hermes pastoreaba los rebaños de Dríope, tuvo una relación amorosa con una de las hijas de éste, de la que nació el dios Pan. Cuando nació, presentaba sus miembros inferiores en forma de macho cabrío y el resto del cuerpo con apariencia de hombre, en la cabeza tenía dos cuernos y su cara era arrugada, con una barbilla prominente y el cuerpo cubierto por una espesa capa de pelo. Se dice que apenas nacido, escapó a las montañas, donde Hermes tuvo que buscarlo para llevarlo al Olimpo envuelto en una piel de liebre. Una vez allí, lo llamaron Pan, puesto que era la diversión de todos.

Otra de las tradiciones cuenta que Penélope, durante la ausencia de su esposo Odiseo, tuvo varios amantes, quedando encinta de uno de ellos. De esta manera, nació Pan, nombre que significa “hijo de todos”.

En cuanto a su descendencia, varía según el autor. En las Dionisíacas de Nono se dice que Pan engendró a los doce Panes, una raza de sátiros menores que colaboraron con Dioniso. En otras fuentes aparece como padre de Croto (con Eufeme), Acis (con Simetis), Eurimedonte (sin especificar mujer), Creneo (con la ninfa Isménide o Ismenis), Iinge (con la ninfa Eco) Sileno (con la Oceánide Melia).
Es frecuente leer que Dioniso y Pan son dioses semejantes. Sin embargo, un estudio detallado de las fuentes arcaicas y clásicas nos muestra que los rasgos que caracterizan a ambos dioses, los atributos que les definen y sus funciones son bien diferentes. En sus orígenes, únicamente se asemejan en la medida en que han sido creados por la misma cultura indoeuropea y son imaginados habitando un mismo espacio. Gracias a esta proximidad, encontraremos tantas semejanzas como diferencias en función de lo que busquemos.
Lo habitual es que los seres híbridos sean considerados seres intermedios, pobladores de lugares ignotos y por lo general carentes de culto. (Sobre la naturaleza y características de los seres híbridos, Bernabé Pérez de Tudela 2012).

Pan fue reflejo de un estadio de la religión griega previo a la configuración del panteón olímpico. El dios fue venerado por una cultura pastoral nómada, al surgir las ciudades y el abandono del nomadismo, queda confinado a Arcadia, una región montañosa, marginal, que conserva arcaísmos políticos, lingüísticos y religiosos.

Donde el zoomorfismo divino está bien atestiguado, Pan es considerado el más honorable de los dioses; en el resto de Grecia, es la viva imagen de un pastor arcadio. Solo en Arcadia encontramos a Pan en estado puro, libre de la influencia dionisíaca. Pan no es un hombre ni una bestia sino un dios, pero a menudo se mueve entre la esfera humana y la animal. Es a un tiempo animal, pastor y cazador-pescador, y la divinidad que protege los ganados y los animales salvajes, además de ser el patrón de la reproducción animal. Es un dios alegre que toca la siringe, pero que obedece a sus instintos y que se imagina habitando riscos en lugar de ciudades, un dios cuya parte animal predomina sobre su parte humana.
De acuerdo con estas características, Pan no presenta similitud alguna con Dioniso. Se trata de dos personajes independientes y bien diferenciados. Pero a partir del 490 a.C., la situación cambia por completo. En ese año, a raíz de la victoria ateniense en Maratón gracias a un ataque de pánico entre las tropas enemigas, Pan se convierte en divinidad oficial de Atenas y su culto se extiende por toda la Hélade. 
Pan deja de ser únicamente una divinidad arcadia que salvaguarda los rebaños frente a los animales salvajes y se convierte en un dios que protege a los atenienses de los bárbaros. Pan se transforma en dios de la guerra, que no dios guerrero, pues jamás está presente en el campo de batalla sino que se dedica a evitar que el enfrentamiento tenga lugar. Su función protectora de los hombres se hará más y más importante y numerosas inscripciones votivas testimonian, a partir del siglo IV a.C., una auténtica veneración de Pan por las patrullas militares.
En ciertos lugares, la implantación del culto a Pan coincide con el desplazamiento de poblaciones rurales a la ciudad y por primera vez, Pan es un dios ciudadano, algo que se opone a la figura arcadia, que simbolizaba la vida del hombre previa a la creación de las ciudades y los comportamientos alejados de los hábitos civilizados.

A la relación de Pan con los Sátiros y con las Ninfas que siguen a Dioniso, su gusto por los instrumentos de viento y a su afición por el vino, se suman semejanzas con el propio Dioniso. Ambos dioses representan los excesos y el descontrol, y ambos se oponen a la vida ordenada de la ciudad, aunque no de la misma manera, pues mientras Pan es la imagen del nomadismo previo a la vida comunitaria, Dioniso se enmarca ya en un mundo civilizado, regido por un orden estricto que exige un cambio.

Pan, que no había aparecido en las fuentes literarias hasta el siglo V a.C. en que se implanta su culto en Atenas, es introducido en el ciclo dionisíaco a partir de este momento y especialmente durante el siglo IV a.C. en que los poetas y pintores vasculares asocian gustosos las dos divinidades. Es la época en la que se data la composición del Himno homérico a Pan, que subraya la alegría de Dioniso al acoger al recién nacido en el Olimpo y la relación de ambos con las Ninfas.
Los testimonios de veneración a Pan, carente ya de las características arcadias pronto se multiplican, primero en el Ãtica y después en Beocia, la Argólide y Delos, donde se le dedican santuarios rupestres.
En Beocia Pan era honrado en el monte Citerón del mismo modo que las Ninfas y junto a ellas y a Dioniso recibía culto en Lebadea, ciudad cercana al Helicón. En la Fócide destaca el antro Coricio, dedicado a Pan y a las Ninfas, a medio camino de la ascensión al monte Parnaso por las devotas de Dioniso. Su culto se extiende a las comunidades del norte de Grecia y a Asia Menor y los testimonios se diseminan.

Así, encontramos informaciones que prueban que Pan también fue venerado en Iliria, donde su presencia en Apolonia se liga a un santuario de las Ninfas bien conocido. Las Islas Jónicas albergaban en Cefalonia una de las cuevas más notables fuera del Ãtica, donde se ha localizado un relieve de terracota que representa al dios junto a las Ninfas. Asociado a ellas también recibía honores en una caverna cercana a Fársalos, en Tesalia. Su culto se ha atestiguado además en Tracia, gracias a las monedas de Ainos del siglo V a.C. en que Pan aparecía representado, y es célebre la gruta de Pan de la isla de Tasos.
Con el tiempo, Pan se subordina a Dioniso al convertirse en miembro de su cortejo y los lugares de culto a Pan más reputados, albergarán también ritos en honor de Dioniso y de las Ninfas.

En Roma Pan se equipara con Fauno, divinidad itálica de gran popularidad y antigüedad. Muy semejante a Pan y Fauno es también Silvano, dios de los campos y los bosques, heredero del etrusco Selvans, equiparado con Pan, Fauno, Inuo y Angipan (Eratóstenes, Catasterismos 28; Plutarco, Moralia, 2.311B). Fauno e Inuo eran antiguos dioses romanos de la fertilidad, protectores de los animales. Angipan era un dios griego, de pies y orejas caprinas, hijo de Amaltea y hermano de leche de Zeus, identificado con Pan, caracterizado en la Constelación de Capricornio.

Fuente:Wikipedia
                                          

14/7/17

LA REVELACIÓN


Toda sustancia contiene necesariamente un principio de desenvolvimiento, un medio de conservación y una finalidad. El principio, la causa, es Dios; el modo de ser, la dicha, el propio bien; y el fin, proporcionar el bien ajeno, la virtud, la moral.

Todo ente espiritual lleva en sí la razón de su ser, su saber y su deber. Primero es el ser de los seres; después el ser propio; y luego el ser ajeno igual. O lo que es lo mismo, la razón de su ser, la Religión, deberes con respecto a Dios; la razón de su saber, la Libertad, deberes con respecto a sí mismo; la razón de su deber, la Justicia, deberes con respecto a los demás.
La religión, la libertad y la justicia, irradiaciones de lo absoluto, son las leyes necesarias que constituyen parte del plan providencial.

Como las verdades humanas no son más que los reflejos de la verdad absoluta, y como la verdad no es más que una, resulta que no hay más que una religión, una libertad, una justicia y una moral verdaderas, así como no puede haber más que una sola aritmética y una sola geometría.
El mundo pagano acertaba con alguna máxima de moral, como acierta el protestantismo con alguna verdad del dogma, por instinto, por casualidad. La sofistería del pasado, con una filantropía puramente sensual, ha pretendido elevar a dogma metafísico un cierto libre cultismo, que no era más que la negación de toda religión.
No puede haber más que una religión, una moral, un derecho. Puesta la ley en armonía con la idea absoluta de la justicia, el estado hace cumplir la ley, porque es la única verdad, y como única verdad debe ser obligatoria para todos.

El conocimiento de una verdad absoluta es una revelación. En esta parte todo gran entendimiento está lleno de algo que se parece a la gracia del Espíritu Santo.
La moral cristiana es la verdad absoluta, tan absoluta y tan perfecta, que es imposible de toda imposibilidad que no haya sido revelada por Dios. La organización de nuestra iglesia es, a imitación del orden del universo, varia y una, la variedad en la unidad, y es depositaria del único dogma de absoluta verdad hija del padre que está en los cielos; dogma del cual Dios es el autor, San Pablo el predicador, San Agustín el comentarista, y Santo Tomás el sabio; pues Dios lo inspiró, San Pablo lo precisó, San Agustín lo desarrolló, y Santo Tomás lo demostró.

Hay tres clases de sofistas enemigos de esta iglesia; unos que quieren quitar a Jesucristo su humanidad, concediéndole su existencia y su divinidad; otros que pretenden quitarle su divinidad, concediéndole su humanidad y su existencia; y otros que, diciendo que es un producto de la imaginación popular, le niegan la humanidad, la divinidad y hasta la existencia. Sería un excelente asunto para que algún buen ingenio escribiese un libro contraponiendo las ideas de estas tres clases de sofistas, cuyo libro se podría titular: la verdad sobre las ruinas de la mentira, o la sofistería destruida por los sofistas.

El dilema de San Agustín, que se puede aplicar a todos estos enemigos de la iglesia, no tiene réplica:
«Si Jesucristo ha hecho milagros y ha establecido una doctrina divina, en ese caso es Dios; si Jesucristo no ha hecho milagros, la fundación de su doctrina es el más grande y el más portentoso de todos los milagros, y prueba que la voluntad divina quiere que Jesucristo sea reverenciado como el único y verdadero hijo de Dios.»

Los exegetas que atacan la divinidad de la persona de Cristo, y no se atreven a dudar de la santidad de su moral, cometen una acción impía, para venir luego a hacer una cosa necia. ¿Puede dejar de ser divina una moral que presenta sabias soluciones para todos los problemas de la vida, que ha convertido el mundo a la verdad, y que ha creado esta civilización europea, más religiosa que la oriental, más sabia que la griega, y más universal que la romana?.
Todos están de acuerdo en la divinidad de la doctrina; sólo los exegetas dudan de la santidad de la persona. Pues aquí vuelvo a mi argumento: el que Dios se haya hecho hombre para publicar una moral divina, por ser sobrenatural, eso es un milagro creíble; pero el que esa doctrina fuese publicada por un hombre, que no fuese Dios, por ser contra-natural, eso sería un milagro increíble. Un Dios hecho hombre es sobrenatural; pero un hombre que hiciese lo que Dios, sería contra-natural. Sacar lo humano de lo divino es cosa fácil; pero inferir de lo humano lo divino es una cosa imposible.

La fe y la razón son dos órganos de lo absoluto, porque según Nicolás, “la razón es como el ojo del espíritu y la mirada del alma; la revelación es la luz que, reflejando en los objetos, los hace visibles. El ojo por sí no ve, es menester que la luz le advierta la presencia de los objetos. La luz por sí sola tampoco hace ver, si el ojo no se abre, no se fija y no penetra con sus miradas los objetos. Esta es la imagen de la razón y de la fe”.

Los protestantes dicen que el hombre tiene la razón porque tiene su razón. Error de lógica: jamás de lo particular se puede deducir lo general. El hombre tendría razón, si tuviera la razón; pero la gran razón del hombre es eterna, es objetiva, es ontológica, está fuera del hombre, es la razón de Dios.
Toda inspiración es una revelación. Ya Hipócrates pensaba que, aún las mismas artes indispensables a la vida humana fueron una revelación y una gracia de los Dioses. Platón afirma que en cuanto a moral nadie puede enseñar cosa alguna a otros, a menos que no haya tenido a Dios por maestro.
Extacto de: LO ABSOLUTO - Ramón de Campoamor