David Bohm, conocido físico de la Universidad de
Londres, sostenía que los descubrimientos de Aspect implicaban que la realidad
objetiva no existe. El universo es en realidad un fantasma, un holograma
gigantesco y espléndidamente detallado.
Bohm está convencido de que el motivo por el cual las
partículas subatómicas permanecen en contacto independientemente de la
distancia que las separa reside en el hecho de que esta separación es una
ilusión. Mantenía que, a un nivel cualquiera de realidad más profundo, tales
partículas no son entidades individuales, sino extensiones de un mismo
“organismo” fundamental.
En un Universo holográfico incluso el tiempo y el espacio
no serían más que los principios fundamentales. Debido a que conceptos como la
localidad son infringidos en un Universo donde nada esta verdaderamente
separado de lo demás, también el tiempo y el espacio tridimensional deberían
ser interpretados como simples proyecciones de un sistema más complejo. En su
nivel más profundo, la realidad no es otra cosa que una suerte de
superhologramas en los cuales el pasado, el presente y el futuro coexisten
simultáneamente.
El doctor Karl Pribram cree que los recuerdos no son
almacenados en cada neurona individualmente o en pequeños grupos de neuronas,
sino en los esquemas de los impulsos nerviosos que atraviesan todo el cerebro,
como los esquemas de los rayos láser que atraviesan toda el área de un
fragmento de película que contiene la imagen holográfica. Por tanto, el cerebro
mismo funcionaría como un holograma y la teoría de Pribram explicaría también
la forma en que este órgano puede contener tal cantidad de recuerdos en un
espacio así de limitado.
Ha sido calculado que el cerebro de nuestra especie tiene
la capacidad de almacenar, durante la duración media de la vida, cerca de 10
millones de informaciones y se ha descubierto que también los hologramas poseen
una sorprendente capacidad de memorizar, de hecho, simplemente cambiando la
perspectiva desde la que dos rayos láser golpean una película fotográfica, se
pueden acumular millones de informaciones en un sólo centímetro cúbico de
espacio, e incluso relacionar ideas y decodificar frecuencias de todo tipo.
También nuestra estupefacta capacidad para recuperar
velozmente cualquier información del enorme almacén de nuestro cerebro resulta
explicable más fácilmente, si se supone que éste funciona según los principios
holográficos: no es necesario dar la vuelta a un gigantesco archivo alfabético
cerebral, porque cada fragmento de información parece estar todavía instantáneamente
relacionado a todos los demás: otra particularidad típica de los hologramas.
Aquellas curaciones consideradas como milagrosas podrían
ser, en realidad, una mutación del estado de conciencia capaz de provocar
cambios en el holograma corporal. De la misma forma podría darse que algunas de
las polémicas técnicas de curación alternativas como la visualización, resulten
así de eficaces porque en el dominio holográfico del pensamiento las imágenes
son en el fondo tan reales como la realidad: el mundo concreto es una tela
blanca que espera a ser pintada. Incluso las visiones y otras experiencias de
realidad no ordinaria pueden ser fácilmente explicadas si aceptamos las
hipótesis de un universo holográfico.
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