15/4/18

EVOLUCIÓN TERRESTRE (V)

Evolución y Azar son conceptos virtualmente sinónimos, y quizá LeGros Clark (igual que otros) había comenzado a darse cuenta de que la convergencia favorecía el desarrollo por ley y no por azar.
Está muy claro que esta convicción impulsó a Leo Berg a escribir su estudio clásico sobre la convergencia y a darle un título más preciso: “Nomogénesis: Evolución determinada por ley”.
Naturalmente, la idea de que pudiera haber alguna ley gobernando el desarrollo de las formas vivas a través de las edades no debería generar más temor que el concepto de ley en física. Pero los acontecimientos físicos del pasado no han evidenciado ningún progreso de simple a complejo, de inferior a superior, de mayor dependencia del medio ambiente a una menor dependencia del mismo, de carencia de un propósito consciente a un grado muy elevado de propósito, etc., al modo de los seres vivientes.
En este sentido hay una dirección del desarrollo de la vida que no es evidente en el mero orden físico. Y la idea de “dirección” en conformidad a una “ley”, y en una magnitud significativa en contra de la regla por otra parte universal de “degeneración” (entropía) suscita inevitablemente el espectro del propósito. Y un propósito implica a Alguien que lo tiene. Aquí es donde está el quid de la cuestión.

Berg vio que la convergencia era tan predominante que pudo escribir sin vacilación alguna:
«La convergencia, y no la divergencia, es la regla, no la excepción. Esto parece ser predominante, tanto entre las plantas como entre los animales, presentes, recientes y extintos.»
Y en la última reimpresión de su obra le encontramos diciendo:
«A partir de los ejemplos expuestos en esta sección, es evidente que la convergencia afecta a los órganos más importantes y fundamentales para la existencia, y no meramente a los rasgos externos».
«A partir de los numerosos ejemplos que se han ofrecido en este capítulo, y su número se podría multiplicar fácilmente, hemos demostrado que la convergencia afecta a los órganos más fundamentales en los animales y en las plantas, que el fenómeno está ampliamente difundido, y que los puntos de semejanza que se han atribuido a la descendencia común se deben con frecuencia a la convergencia.»

Aunque la convergencia es una doctrina demasiado peligrosa para que pueda recibir demasiado énfasis, está sin embargo admitida con bastante extensión. G. Simpson estuvo dispuesto a admitir:
En la convergencia se da la misma clase de desarrollo oportunista de un estilo de vida por parte de grupos diferentes, tratándose en este caso de grupos disimilares (o menos similares) en tipo adaptativo. La tendencia hacia una mayor semejanza de adaptación involucra características funcionales y estructurales convergentes. Los grupos pueden estar casi relacionados o puede que estén relacionados solo muy de lejos. Los insectos y las aves están tan distantemente relacionados que apenas si puede seguirse ninguna homología determinada entre sus partes, y sin embargo convergen a veces de manera muy estrecha”.

Fuente: La Convergencia y el origen del hombre por Arthur C. Custance.

No hay comentarios:

Publicar un comentario