Telescopio BICEP2
Los
descubridores de la señal del Big Bang, admiten dudas respecto el
patrón hallado en el cielo que, según ellos, indicaba la rápida
expansión del Universo justo después de la gran explosión.
Fue
el anuncio científico del año, e incluso mucho más que eso: del
siglo XXI,
decían algunos, digno de un Premio Nobel. Pero ahora los físicos
estadounidenses responsables de la excepcional investigación ya no
están tan seguros al respecto. El pasado marzo anunciaron que habían
detectado por primera vez ondas
gravitacionales,
pequeñas deformaciones en el tejido del espacio-tiempo que se
transmiten a la velocidad de la luz y recorren todo el Cosmos. Son la
prueba de la inflación
cósmica,
de que, tras el Big
Bang,
hace 13.800 millones de años, el Universo se expandió de manera
exponencial en la primera fracción de segundo de su existencia,
extendiéndose hasta un punto que ni siquiera los mejores telescopios
actuales son capaces de ver. Ahora, los físicos defienden sus
resultados, pero admiten que todavía existen grandes preguntas al
respecto y que pueden estar equivocados, ya que el brillante polvo en
la Vía Láctea podría haber interferido con sus observaciones.
Después
de semanas en los que estos investigadores han evitado el contacto
con los medios de comunicación y en las que han recibido críticas
de equipos rivales, su trabajo ha sido publicado en la revista
Physical
Review Letters.
En
una lectura pública en Londres, uno de los investigadores
principales reconoció que las circunstancias han cambiado. «¿Ha
disminuido mi confianza? Sí», dijo Clem Pryke, de la Universidad de
Minnesota, según informa la BBC.
Este
equipo, dirigido por el astrofísico John Kovac, de la Universidad de
Harvard, había hecho sus observaciones con el telescopio BICEP2
(Background Imaging of Cosmic Extragalactic Polarization), instalado
en el Polo Sur y que estudia la radiación cósmica de fondo (CMB),
el débil resplandor que aún nos llega de la gran explosión. Allí
detectaron la señal de las tan perseguidas ondas
gravitacionales.
El hallazgo fue posible gracias a la medición de un tipo muy
especial de polarización de la luz, llamada «en modo B». Estas
ondas comprimen el espacio a medida que viajan, y esta compresión
produce un patrón distinto en el fondo cósmico de microondas.
Sin
embargo, la validez de las conclusiones del equipo del BICEP2 ha sido
puesta en duda por distintas voces durante las últimas semanas en
blogs de las principales revistas científicas. David Spergel, físico
de la Universidad de Princeton, sugería que no podemos saber si los
rayos de luz detectados por el telescopio pertenecen a los primeros
momentos del Universo. «Las características de las emisiones que
han visto se encuentra tanto en la radiación del polvo cósmico como
en las ondas
gravitacionales
primordiales»,
ha explicado a la agencia de noticias AFP.
A
su juicio, la cuestión probablemente tenga una respuesta el próximo
otoño, cuando un equipo competidor que trabaja con el telescopio
espacial Planck de la Agencia Espacial Europea (ESA) publique sus
resultados. «Dada la importancia de este resultado, creo que ellos
(los del equipo BICEP2) deberían haber sido más cautelosos a la
hora de hacer un anuncio más importante», afirma Spergel.
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