Los
antiguos no han conocido más que la verdad a medias; pero esta media
verdad la convierten hoy nuestros contemporáneos en un completo
error. Siento con todo mi corazón disentir radicalmente en esta
cuestión, de la opinión de algún amigo querido; pero la verdad es
antes que todo, y por eso me veo obligado a decir que la noción de
la sustancia venía sencillamente iniciada por todos los grandes
filósofos, los cuales la fijaban tradicionalmente en algún atributo
de la idea de cantidad.
Esta
noción empezó a ser estropeada por Descartes, imitando a Demócrito
y Epicuro, pues convirtió la cantidad en la idea material de la
extensión, añadió a la sustancia de los cuerpos otra sustancia
diferente para los espíritus, el pensamiento; y de este modo cortó
las relaciones entre lo físico y lo moral, truncando la ley armónica
de la creación, que consiste en la ley de continuidad que dice que
un ser que tiene un principio, tiene su principio en otro; destruyó
la ley de causalidad rompiendo la conexión causal entre unas cosas y
otras cosas; y sin tener presente la tesis de razón suficiente, que
cada efecto tiene una razón suficiente, de la cual él es la
continuación, y él se vuelve a su vez la razón suficiente de otro
efecto.
Pero
los modernos, queriendo simplificar el problema, lo han embrollado
mucho más que Descartes, a pesar de la ilusión de Bordas que, a
propósito de su teoría de la sustancia, decía: “no la cambiaría
con Platón por su Parménides, que es la obra más sublime de la
filosofía anterior al cristianismo”.
Y
¿qué ha hecho Bordas para estar tan satisfecho de su teoría? lo
siguiente. Descartes hizo de la extensión material la sustancia de
los cuerpos, y de otra cosa, el pensamiento, la sustancia de los
espíritus. Bordas constituyó el pensamiento por la fuerza, la unió,
por medio de algún conjuro, indisolublemente a la extensión, y de
este modo creyó volver a unir la solución de continuidad,
terraplenando el abismo que había dejado Descartes entre la
extensión y el pensamiento, osea, entre la materia y el espíritu.
Pero
Bordas ha faltado en su teoría a las más rudimentarias nociones de
metafísica, queriendo hacer un simple de dos compuestos, por más
que esos dos compuestos los quiera unir indisolublemente por medio de
no sé qué cal hidráulica o cemento romano. Dos cosas
indisolublemente unidas, estarán indisolublemente unidas; pero son
dos cosas. El medio que los una será todo lo viscoso, todo lo
fundente que se quiera; pero una sustancia compuesta de ese modo,
nunca será una sustancia, sino tres sustancias, las dos cosas
unidas, y la viscosidad que las une.
Dice
Mateos que habiendo buscado todos los filósofos la noción de
sustancia, unos en la extensión, y otros en la fuerza, esto prueba
que está en las dos; y sin más discusión, casa a la fuerza con la
extensión, uniéndolas al aire libre con el mismo lazo intelectual y
moral que pudiera tener el matrimonio de Teresa con Bousseau.
La
deducción me parece poco lógica. Una vez que todos los filósofos
han buscado la sustancia, estos en la extensión y aquellos en la
fuerza ¿no es inferencia más natural la de que todos los filósofos
han dado nombres diferentes a una misma cosa? o ¿no es más sencillo
creer que esa extensión no es otra cosa más que una fuerza
distendida, y que esa fuerza es solamente una extensión concentrada?
Continuará...
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