Bailly
calculó el período en que las constelaciones manifiestan la
influencia atmosférica llamada por Job “las dulces influencias de
las Pléyades”, Kimah en hebreo; la de Orión, Kesil; y la de las
lluvias del desierto con referencia a Escorpión, la constelación
octava; y llegó a la conclusión de que en presencia de la eterna
conformidad de estas divisiones del Zodíaco, y los nombres de los
planetas aplicados en todas partes y siempre con el mismo orden, y
dada la imposibilidad de atribuirlo todo a la casualidad y a la
“coincidencia que nunca crea semejantes parecidos”, tiene que
concederse al Zodíaco una antigüedad verdaderamente muy grande.
Si
se supone que la Biblia es una autoridad en cualquier materia, algunos la consideran aún como tal, sea por consideraciones
cristianas o kabalísticas, entonces el Zodíaco se halla claramente
mencionado en II, Reyes XXIII.
Antes
que el “libro de la ley” fuese “encontrado” por Hilkiah, el
sumo sacerdote, los signos del Zodíaco eran conocidos y adorados. Se
les rendía el mismo culto que al Sol y a la Luna, puesto que los
sacerdotes, a quienes los reyes de Judah habían ordenado quemar
inciensos... a Baal, al sol, a la luna, a los planetas, y a toda la
hueste del cielo o a los “doce signos o constelaciones”, como lo
explica la nota al margen de la Biblia inglesa, siguieron el mandato
durante siglos. Ellos cesaron en su idolatría obligados por el rey
Josías, 624 años antes de Cristo.
El
Antiguo Testamento está lleno de alusiones a los doce signos
zodiacales, y todo el plan está basado sobre él: héroes,
personajes y acontecimientos. Así el sueño de José, que vio once
“Estrellas” inclinándose ante la duodécima, que era su
“Estrella”, se refiere al Zodíaco. Los católicos romanos han
descubierto en ello además, una profecía de Cristo, que es aquella
duodécima Estrella -dicen-, y las otras los once Apóstoles; siendo
considerada también la ausencia de la duodécima como una alusión
profética a la traición de Judas.
También
los doce hijos de Jacob se refieren a lo mismo, como lo hace observar
acertadamente Villapandus. James Malcolm, en su History of Persia,
muestra al Dabistan, haciéndose eco de todas estas tradiciones sobre
el Zodíaco. Asigna él su invención a los días florecientes de la
Edad de Oro del Irán, y observa que una de dichas tradiciones
sostiene que los Genios de los Planetas están representados bajo las
mismas formas y figuras que asumieron cuando se mostraron ellos
mismos a varios santos profetas, lo que condujo al establecimiento de
los ritos basados sobre el Zodíaco.
Pitágoras,
y después de él Filo Judeo, tenían al número 12 por muy sagrado.
Este número doce es perfecto. Es el de los signos del Zodíaco, que
el sol visita en doce meses; y para honrar ese número Moisés
dividió su nación en doce tribus, estableció los doce panes de
proposición, y puso doce piedras preciosas en el pectoral de los
Pontífices.
Según
Séneca, el caldeo Beroso profetizaba los sucesos y cataclismos
futuros por medio del Zodíaco; y las épocas fijadas por él para la
conflagración del Mundo -Pralaya- y para un diluvio, se ve que
corresponden a las que se dan en un antiguo papiro egipcio. Semejante
catástrofe tiene lugar a cada renovación del ciclo del Año Sideral
de 25.868 años.
Los
nombres de los meses accadianos se derivaban y eran tomados de los
nombres de los signos del Zodíaco, y los accadios son mucho más
antiguos que los caldeos. Mr. Proctor muestra en su Myths and Marvels
of Astronomy, que los antiguos astrónomos poseían un sistema de
astronomía de los más exactos 2.400 años antes de Cristo; los
indos datan su Kali Yuga de una gran conjunción periódica de los
Planetas, treinta y un siglos antes de Cristo.
Continuará
…
Fuente:
La Doctrina Secreta Vol. II
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