18/12/16

EL ZODIACO Y SU ANTIGÜEDAD (II)


Bailly calculó el período en que las constelaciones manifiestan la influencia atmosférica llamada por Job “las dulces influencias de las Pléyades”, Kimah en hebreo; la de Orión, Kesil; y la de las lluvias del desierto con referencia a Escorpión, la constelación octava; y llegó a la conclusión de que en presencia de la eterna conformidad de estas divisiones del Zodíaco, y los nombres de los planetas aplicados en todas partes y siempre con el mismo orden, y dada la imposibilidad de atribuirlo todo a la casualidad y a la “coincidencia que nunca crea semejantes parecidos”, tiene que concederse al Zodíaco una antigüedad verdaderamente muy grande.

Si se supone que la Biblia es una autoridad en cualquier materia, algunos la consideran aún como tal, sea por consideraciones cristianas o kabalísticas, entonces el Zodíaco se halla claramente mencionado en II, Reyes XXIII.
Antes que el “libro de la ley” fuese “encontrado” por Hilkiah, el sumo sacerdote, los signos del Zodíaco eran conocidos y adorados. Se les rendía el mismo culto que al Sol y a la Luna, puesto que los sacerdotes, a quienes los reyes de Judah habían ordenado quemar inciensos... a Baal, al sol, a la luna, a los planetas, y a toda la hueste del cielo o a los “doce signos o constelaciones”, como lo explica la nota al margen de la Biblia inglesa, siguieron el mandato durante siglos. Ellos cesaron en su idolatría obligados por el rey Josías, 624 años antes de Cristo.

El Antiguo Testamento está lleno de alusiones a los doce signos zodiacales, y todo el plan está basado sobre él: héroes, personajes y acontecimientos. Así el sueño de José, que vio once “Estrellas” inclinándose ante la duodécima, que era su “Estrella”, se refiere al Zodíaco. Los católicos romanos han descubierto en ello además, una profecía de Cristo, que es aquella duodécima Estrella -dicen-, y las otras los once Apóstoles; siendo considerada también la ausencia de la duodécima como una alusión profética a la traición de Judas.
También los doce hijos de Jacob se refieren a lo mismo, como lo hace observar acertadamente Villapandus. James Malcolm, en su History of Persia, muestra al Dabistan, haciéndose eco de todas estas tradiciones sobre el Zodíaco. Asigna él su invención a los días florecientes de la Edad de Oro del Irán, y observa que una de dichas tradiciones sostiene que los Genios de los Planetas están representados bajo las mismas formas y figuras que asumieron cuando se mostraron ellos mismos a varios santos profetas, lo que condujo al establecimiento de los ritos basados sobre el Zodíaco.

Pitágoras, y después de él Filo Judeo, tenían al número 12 por muy sagrado. Este número doce es perfecto. Es el de los signos del Zodíaco, que el sol visita en doce meses; y para honrar ese número Moisés dividió su nación en doce tribus, estableció los doce panes de proposición, y puso doce piedras preciosas en el pectoral de los Pontífices.
Según Séneca, el caldeo Beroso profetizaba los sucesos y cataclismos futuros por medio del Zodíaco; y las épocas fijadas por él para la conflagración del Mundo -Pralaya- y para un diluvio, se ve que corresponden a las que se dan en un antiguo papiro egipcio. Semejante catástrofe tiene lugar a cada renovación del ciclo del Año Sideral de 25.868 años.

Los nombres de los meses accadianos se derivaban y eran tomados de los nombres de los signos del Zodíaco, y los accadios son mucho más antiguos que los caldeos. Mr. Proctor muestra en su Myths and Marvels of Astronomy, que los antiguos astrónomos poseían un sistema de astronomía de los más exactos 2.400 años antes de Cristo; los indos datan su Kali Yuga de una gran conjunción periódica de los Planetas, treinta y un siglos antes de Cristo.

Continuará …

Fuente: La Doctrina Secreta Vol. II

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