Por la
Facultad de Biología de la Universidad de
Santiago de Compostela han pasado los Habsburgo, los Borbones, los Valois, los
Plantagenet y los Tudor.
Las condiciones en las que vivieron estos reyes
apenas variaron a lo largo de cinco siglos, como si fueran ratones de
laboratorio de la historia. Y sus árboles genealógicos —enredados por
la política de concertar matrimonios dentro de la familia para que el poder
quedara en casa— han sido minuciosamente detallados por los historiadores. “Las
dinastías reales europeas de la
Edad Moderna son verdaderos laboratorios de consanguinidad
humana”, explica el genetista Francisco
Ceballos.
Sus investigaciones van mucho más allá de la
anécdota histórica. Actualmente, el 10,4% de la población mundial es
consanguínea, fruto de relaciones sexuales entre familiares. Y esta consanguinidad
tiene una incidencia directa en la salud de la población. Factores asociados a
estas uniones entre individuos emparentados pueden estar detrás de enfermedades
raras, la hipertensión, el asma, la gota, la depresión, la esquizofrenia, la
úlcera péptica, el cáncer e incluso la predisposición a sufrir
enfermedades bacterianas y autoinmunes, según enumera Ceballos.
“La
consanguinidad actúa a nivel del genoma, por lo tanto lo toca todo e interviene
en todo. Se puede aprovechar su estudio para conocer cómo funciona el genoma y,
en muchos casos, supone atajos para descubrir las bases genéticas de las enfermedades”.
Francisco
Ceballos y Gonzalo
Álvarez acaban de publicar en la revista científica Heredity el análisis de toda la dinastía de los
Habsburgo, soberanos en Austria y en España durante siglos. En una
investigación que ya dura varios años, los genetistas han analizado la
descendencia de 71 matrimonios a lo largo de tres siglos, entre 1450 y 1750.
Sus resultados muestran que la mortalidad de los niños menores de 10 años se
incrementó en un 13,54% en las familias de primos hermanos a causa de la
consanguinidad. El 40% de los matrimonios de los Habsburgo presentaba un
coeficiente de parentesco mayor que el de un enlace entre primos hermanos. En
el 20% de los casos superaba al de una unión entre un tío y su sobrina.
En algunas ocasiones, la consanguinidad era
extrema, como ocurrió en la pareja formada por el emperador Leopoldo I
(1640-1705) y su sobrina Margarita Teresa de Austria, protagonista de Las
Meninas y hermana de
Carlos II de España. Sus hijos presentaron una consanguinidad de 0.305, más
alta que un enlace entre un hermano y una hermana (0.25). El viajero otomano
Evliya Çelebi conoció a Leopoldo I a mediados del siglo XVII y se quedó
sorprendido por el estado físico del emperador del Sacro Imperio Romano
Germánico. “Sus labios eran como los de un camello”, escribió.
En un estudio anterior, publicado en 2009, Ceballos y Álvarez mostraron que la
rama española de los Habsburgo, la
Casa de Austria, que rigió España entre 1516 y 1700,
desapareció a causa de la endogamia provocada por el sexo entre primos. El
último Austria, Carlos II, llamado El Hechizado porque
su estado raquítico se atribuía a la brujería, murió a los 39 años sin dejar
descendencia. Su coeficiente de consanguinidad era de 0.25: el 25% de sus genes
estaban repetidos, porque había recibido la misma copia de su padre y de su
madre, Felipe IV y su sobrina. Sus genes eran un festín para las enfermedades
genéticas recesivas, como la acidosis tubular renal y la deficiencia múltiple
de hormonas pituitarias, que requieren dos copias de un gen anormal para que el
gen se manifieste.
Los genetistas de la Universidad de
Santiago de Compostela también estudian en la actualidad la consanguinidad de
los Borbones hasta el rey Carlos III (1716-1788), pero guardan con celo sus
resultados a la espera de publicarlos en una revista científica. Sí adelantan
que el coeficiente de consanguinidad de Carlos III fue mucho menor que el de su
tocayo Austria. Mientras Carlos II de Habsburgo presentó una consanguinidad
mayor que la de un matrimonio entre hermanos, la de Carlos III de Borbón fue de
0.0391, similar a la de un hijo de un descendiente de dos primos hermanos
(0.0625) y otro de primos segundos (0.0125).
Los científicos no han llegado a estudiar los
Borbones actuales, aunque ya en 2009 Álvarez, catedrático de Genética, auguraba
que “el coeficiente de consanguinidad del rey Juan Carlos debe de ser mínimo”.
“La consanguinidad también tiene su cara buena,
porque hace que los genes malos salgan a la luz”, señala Ceballos. Sus
investigaciones muestran que la consanguinidad extrema de los Habsburgo
favoreció al cabo de varias generaciones la eliminación de genes perniciosos
gracias a la selección natural. Este fenómeno, conocido como purging,
es “un tema muy de moda a causa de la conservación de especies altamente
amenazadas, como el lince ibérico y el tigre”, según recalca el genetista.
El purging podría
explicar por qué Carlos II, El Hechizado, fue incapaz de aprender a caminar hasta
los ocho años, mientras que su hermana Margarita Teresa no presentaba un estado
de salud lamentable y aparecía lozana en Las Meninas del pintor Diego Velázquez.
Es una pagina preciosa y llena de secretos. Contiene una informacion muy fiable.
ResponderEliminarTiene muchos contenidos muy bien presentados le doy mi aprovado.
ResponderEliminarMe encanta esta pagina y tengo razones, pero como son tantas, si empezaria nunca acabaria.
ResponderEliminarQuerid@ Anónimo,
EliminarGracias por visitar este sitio, es mi deseo que este archivo sirva para iluminar los caminos, cada uno tiene que encontrar el suyo y a veces es tarea dificil. Si en cualquier momento tienes alguna sugerencia, puedes escribirme aquí mismo o al mail cosmoecologos@gmail.com . Un abrazo amig@