La desaparición del vuelo de Malaysia Airlines
recuerda al que tuvo lugar hace casi cinco años con un avión de Air
France. Sucedió el 1 de junio de 2009, cuando un Airbus
A330 desapareció en aguas del océano Atlántico con 228 personas
a bordo (216 pasajeros y 12 tripulantes). El avión despegó de Río de
Janeiro (Brasil) y debía llegar al aeropuerto
Charles de Gaulle de París, pero cuatro horas y 14 minutos
después de partir, las grabaciones de cabina se interrumpieron de repente.
El avión se desplomó al mar desde más de 11.000 m . de altitud en
3,30 minutos, según la oficina de Investigación y Análisis de
Francia (BEA por sus siglas en francés). Esto se produjo después de haber
ofrecido información confusa de la velocidad del viento a los pilotos.
La recuperación de las cajas negras del
vuelo fue aún más complicada, a pesar de que éstas estuvieron emitiendo
diversas señales durante aproximadamente un mes. Iniciaron la localización de
la zona del siniestro, en medio del Océano Atlántico, y los equipos realizaron
un largo viaje desde los puertos más cercanos. Llegaron al lugar el día
siguiente del accidente, encontrando nada más que diversas piezas metálicas y
algunas manchas de combustible sobre el agua.
La desaparición del
Grumman (1969)
«¡Vamos hacia el Sol!». Este fue el último mensaje
enviado por el telegrafista del avión antisubmarino Grumman, desaparecido
el 1 de julio de 1969, en el mar de Alborán, frente a las costas de Almería.
Cuando transcurrió el plazo fijado para el regreso y el aparato no volvió a su
base, ni contestó las llamadas, se organizó una gran operación de búsqueda con
importantes medios aeronavales. Tan solo se lograron hallar los dos asientos, del
resto de la nave y de los tripulantes jamás se volvió a saber nada.
Una búsqueda extrañamente infructuosa, si tenemos
en cuenta que en las labores de rescate y búsqueda participaron distintos
aviones del Ejército de Tierra, helicópteros, cuatro buques de la Armada , incluso unidades
especificas de este tipo de siniestros procedentes de las islas Canarias. Pero
no hubo suerte.
El comandante que pilotaba el avión, Antonio
González de Boado, había despegado del aeropuerto de Jerez de la Frontera (Cádiz) con una misión
de control y seguimiento, ante la posible presencia de barcos rusos en misiones de espionaje en
aguas desde Gibraltar hasta Almería.
La investigación realizada por las autoridades
declaró el siniestro de «inexplicable». Los medios de comunicación ofrecieron
escasos datos sobre el accidente. Para el Ejército del Aire, se debió a la mala
suerte, sin más explicaciones. Y hubo expertos en temas de ufología, como Antonio
Ribera en el libro «Los 12 Triángulos de la muerte», que defendieron que
este suceso se produjo a causa de un fenómeno paranormal.
Curiosamente el comandante González de Boado fue
el primer oficial español que investigó por su cuenta el fenómeno OVNI en España, originando cierto malestar
entre sus compañeros a raíz de algún artículo publicado.
Nada más se supo ni de Boada ni de los siete
militares que viajaban con él, por lo que los seguidores y amantes de la
ufología no tardaron en dar rienda suelta a sus diversas especulaciones. El
misterio sigue abierto.
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