8/6/15

LAS RELIQUIAS DE OVIEDO

Documentos inéditos prueban que León salvó el arca santa de las reliquias. El albacea de la Casa de los Tusinos posee manuscritos del origen de Benllera y la batalla de Camposagrado.

León salvó el arca santa de las reliquias, que contiene 85 objetos de Jesucristo, la Virgen, los apóstoles, así como el célebre Santo Sudario y que ahora custodia la Catedral de Oviedo.
El leonés Esteban Álvarez Castañón, albacea de la Casa de los Tusinos, entre la ingente cantidad de archivos de la noble familia que están bajo su custodia, posee un manuscrito que atestigua cómo el arca de las reliquias «fue escondida de los enemigos cristianos en el mismo lugar en el que está hoy fundada nuestra santa casa de Camposagrado», dice textualmente el documento.

La historia, hasta ahora, estaba más fundamentada en leyendas que en documentos. El manuscrito relata que en año 715, Urbano, arzobispo de Toledo, se retiró a las Asturias y llevó consigo las sagradas reliquias en compañía del infante don Pelayo para que no fueran profanadas. Álvarez Castañón, con la ayuda profesional de la historiadora María Teresa Díez, apenas ha podido desentrañar una mínima parte de esta maraña de documentos que, curiosamente, se utilizaron en el complejo pleito del marqués de Astorga, un litigio descomunal a causa de determinados préstamos no devueltos que duró más de tres siglos de 1500 a 1867.
En el pleito, el marqués, para probar el origen de la Casa de los Tusinos, aporta un manuscrito que refiere la batalla que ganó el infante don Pelayo a los moros en Covadonga; y cómo después, en el año 722, el mismo infante vence en la de Camposagrado al ejército del caudillo Almanzor.
«Pelayo sale al encuentro de las tropas moras después de tener una revelación de la Virgen y del apóstol Santiago, que le prometen ayuda en la batalla». En el lugar donde tuvo lugar la aparición se erigió una ermita, en el paraje denominado La Llana, en Benllera, donde hoy apenas quedan un montón de piedras.
 
Los últimos Tusinos, como el propio Álvarez Castañón, siempre habían oído en la familia leyendas de un arca que contenía el lignum crucis (madera de la cruz), de la que ellos eran los guardianes.
El arca de las reliquias, llamada también el Arca Santa, no fue abierta, por miedo a una maldición, hasta el 13 de marzo del año 1075 en Oviedo, tras un azaroso viaje de cinco siglos.
En el año 614, ante el avance de las tropas persas, los cristianos que veneran en Jerusalén las reliquias de Cristo deciden ponerlas a salvo. Las guardan en un arca de madera de cedro y las trasladan a Egipto. El viaje recuerda mucho al que sigue el Santo Grial desde Jerusalén a León y algunos personajes se cruzan en ambas historias. Una vieja copla de los Tusinos dice: «...Y guardianes los nombró de los tesoros del reino, tesoros de Dios. Y para el Sacro dieron de los tesoros de Don Pelayo oro y piedras para hacer el arcón..».
Del arca primitiva apenas quedan algunas tablas, que fueron recubiertas de plata por orden de Doña Urraca, quien también mandó a los orfebres decorar la Copa de Cristo que hoy guarda San Isidoro en una sala acorazada.

Desde Egipto el arca pasa a España a través de Cartagena. Tras un largo periplo, San Isidoro, obispo de Sevilla, la traslada a Toledo cuando es nombrado obispo de esa ciudad, donde permanece hasta el año 711, cuando es ocultada en la cueva de Santo Toribio, en el monte Monsacro. Curiosamente, Antonio Miranda, señor de Tusinos, fue cura en este concejo asturiano de Morcín. La leyenda popular dice que la riqueza de la familia provenía de un fabuloso tesoro que encontraron en el monte.

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