El eje terrestre respecto a las estrellas se mueve trazando un cono ideal en cada hemisferio de la cúpula celeste (movimiento doble cónico). Este fenómeno se debe a la atracción lunar y solar con su consecuente hinchamiento ecuatorial, que de hecho compensa el achatamiento polar.
Esto
ocasiona, la variación de los polos Norte y Sur
celestes (a lo largo del tiempo cambia la estrella polar) y un desplazamiento angular del eje terrestre en sentido
contrario al del movimiento
de rotación de la Tierra.
Como
consecuencia, siendo el ecuador perpendicular al eje, se
tiene una desviación en sentido horario de la línea que une los
puntos de intersección entre el ecuador y la eclíptica, los
equinoccios, llamada línea equinoccial.
Así
pues, cada año el equinoccio se adelanta unos 21 minutos respecto a
una vuelta completa de la órbita terrestre. Este movimiento se llama
“precesión” y tiene un período de 26.000 años. Cabe señalar
que después de 13.000 años (mitad del período) el equinoccio de
primavera y el de otoño se invierten, como los dos solsticios,
retomando después de otros 13.000 años la posición original.
En
relación a la doctrina de los ciclos cósmicos, hacemos referencia a
las dos “medidas” de tiempo que a distintos niveles, influyen
decisivamente en la vida de los hombres y de las civilizaciones,
medidas que derivan de lo que podríamos llamar el “tiempo solar”
y el “tiempo polar”, que desde luego tienen un sentido simbólico
e iniciático además del astronómico, aunque ambos no se excluyen
pues cualquier aspecto de la realidad tiene distintos niveles de
lectura, todos los cuales están relacionados entre sí por rigurosas
analogías y correspondencias.
Nos
proponemos explicar a qué aluden y qué significan esas expresiones
de “tiempo polar” y “tiempo solar”, relacionándolas sobre
todo con el ciclo y sub-ciclos que se derivan de la Precesión de los
Equinoccios, tema que está relacionado como sabemos con el
simbolismo de las eras zodiacales y el vínculo que éstas tienen con
lo que se ha dado en llamar el “polo de evolución de las
civilizaciones”, estrechamente vinculado con el sentido de
dirección del movimiento precesional. Pero de las "Eras
Zodiacales" trataremos más detalladamente en el capítulo
siguiente, donde destacaremos el carácter cíclico de la historia y
la geografía vinculándolo con las leyes del cosmos y los principios
de orden espiritual y metafísico que rigen la existencia del hombre
y las civilizaciones.
La
Precesión de los Equinoccios es una clave importante de la
Cosmogonía Perenne, por lo que deberemos hablar nuevamente, y más
en profundidad, de ella como parte constitutiva y principalísima del
tema y porque las “medidas” temporales que se derivan de ella
constituyen los números cíclicos por excelencia. Precisamente, la
aparición de las civilizaciones y sus ciclos, así como sus
desapariciones, están ligadas de manera intangible pero real a esta
ley de la armonía cósmica que constituye en verdad el movimiento de
la precesión equinoccial, cuyas pautas rítmicas encuadran el
acontecer de la Historia Humana.
Así
pues, aunque en la precesión de los equinoccios el Sol junto con la
Tierra, naturalmente sigue siendo protagonista, sin embargo en ella
interviene también la Estrella que un momento dado del ciclo de la
precesión constituye el Polo de nuestro mundo. Se pasa así de un
simbolismo estrictamente Solar a un simbolismo Polar donde las
referencias y pautas temporales vienen dadas por las constelaciones
polares, aunque siempre en correspondencia con las eras y ciclos
zodiacales que el Sol va “actualizando” en su lento recorrido
precesional, lo cual siendo un fenómeno astronómico también lo es
simbólico, es decir tiene una lectura “otra”, relacionada con el
proceso de Conocimiento.
"Para
la tradición hindú, el kalpa es la medida o módulo de tiempo,
equiparable en otro orden al módulo espacial del sistema solar. Este
kalpa supone todo nuestro mundo, y es donde se da propiamente el
estado humano –expresado en los distintos manvántaras por las
formas correspondientes a las diferentes posiciones de los planetas y
estrellas, y sus correlativas mudanzas en la fisonomía de la
Tierra–, que es un estado del Ser universal, signado por el tiempo
y el orden sucesivo, que caracterizan precisamente a nuestro mundo y
su desarrollo."
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