Durante
el siglo III a.C. la ciudad de Alejandría se convirtió en el centro
principal del conocimiento geográfico tras la fundación de la
Biblioteca de mano de la escuela de geometría euclediana, que
prosperó durante el reinado de Ptolomeo Filadelfo (285-246 a.C.), a
su amparo Eratóstenes de Cirene (276-196 a.C.) escribió dos libros
que resultaron fundamentales: “La medida de la Tierra”, donde
explicó el método para calcular la circunferencia de la Tierra
basado en la geometría de la esfera, y “Geografía”, donde
expuso las instrucciones para construir el mapa de la ecúmene.
Eratóstenes
realizó dos grandes contribuciones: la medición de la
circunferencia de la tierra, que estableció en 250.000 estadios, y
la construcción de mapas terrestres con paralelos y meridianos
perpendiculares, estableciendo con ello dos conceptos que a la postre
han resultado básicos en la cartografía: la fidelidad de posición
y la fidelidad de eje.
Su
red ortogonal de coordenadas confirió a los mapas un uso científico
y práctico y permitió trasladar al mapa informaciones astronómicas
y otras procedentes de viajes a partir de la determinación de puntos
de control establecidos mediante cálculo astronómico.
Su
trabajo tuvo importantes consecuencias tales como:
1)
La posibilidad de conocer por métodos geométricos el tamaño de
cada paralelo.
2)
La posibilidad de convertir fácilmente en estadios las medidas
realizadas por métodos gnomónicos y expresadas en fracciones de
círculo a partir del conocimiento de la latitud, es decir establecer
la longitud.
3)
El conocimiento de la posición de la ecúmene en el globo y su
tamaño.
En
su libro Geografía, Eratóstenes localizó la ecúmene entre la
mitad norte de la distancia entre el Ecuador y el trópico de verano
(12ºN en el País de la Canela, Somalia) y el Círculo Polar Ártico
(66ºN, en la isla de Tule) y calculó su longitud en el meridiano de
Méroe-Alejandría-Rodas en 38.000 estadios (54º), y su ancho, en el
paralelo de Atenas, entre promontorio Sagrado (cabo San Vicente) y el
cabo de India, en 74.000 estadios, a los que añadió 2.000 más al
este y al oeste, dando 78.000 estadios para hacerlo divisible por 6,
lo que equivale a una longitud de 138º. Se le atribuye la
construcción de la esfera armilar con la que determinó la
oblicuidad de la eclíptica.
Sin
embargo, el predominio geográfico de Alejandría comenzó a declinar
tras la muerte de Ptolomeo III Evergetes (282-222 a.C.), cuando
muchos sabios alejandrinos emigraron a Pérgamo, Rodas y Roma, donde,
al amparo de Escipión Emiliano el Africano (185/4-129 a.C.), se
aglutinó el conocido como “Círculo de los Escipiones”,
integrado por un núcleo de autores griegos entre los que destacó
Polibio de Megalópolis (210/200-127 a.C.), y que hicieron de Roma el
centro del conocimiento geográfico. Polibio, más conocido por su
“Historia”, no ejerció una gran influencia en el desarrollo de
la Geografía, pero contribuyó a popularizar su conocimiento en
Roma. Se le conocen algunas contribuciones como la medición de la
distancia entre las Columnas y el Estrecho de Mesina en 18.700
estadios y otras medidas, y su crítica a Eratóstenes por dar
crédito a Piteas y llevar el límite de la ecúmene hasta Tule,
proponiendo como latitud extrema boreal la de Irlanda, en 54ºN,
donde se observa el cielo con las estrellas visibles desde Rodas.
Hiparco
de Nicea (190-126 a.C.), pasó la mayor parte de su vida en Rodas,
donde realizó observaciones astronómicas entre 161 y 126 a.C. con
las que elaboró un catálogo con la posición de 850 estrellas para
situar latitudes, que utilizó Ptolomeo, y que le permitió comprobar
la precisión de los equinoccios comparando sus datos con otros
obtenidos en Alejandría y Babilonia, descubriendo así la precesión
de los equinoccios. Contribuyó a establecer los fundamentos de una
geografía positiva puramente astronómica. Estableció como método
para conocer la diferencia de longitud en grados la diferencia
horaria en la observación comparada de los eclipses, partiendo de
que cada hora equinoccial equivale a 15º, y a determinar la
diferencia de longitud a partir de la observación de un eclipse
lunar simultáneamente desde distintos lugares para obtener
exactamente las distancias entre ambos puntos. Ratificó la idea de
Piteas de que el polo es un punto en el espacio y defendió que las
constelaciones se identifican por una estrella.
Utilizando
el método del arco de Eratóstenes definió la latitud de las
estrellas como la distancia desde el polo, y la longitud como su
posición tomada en relación a los signos del zodiaco, es decir, por
el grado del signo zodiacal que está en el mismo círculo meridiano
de la estrella, y que se define como longitud polar. Enumeró las
principales estrellas situadas sobre 24 semicírculos meridianos
construidos a partir de este principio, desde un polo al otro
separados por una hora equinoccial, que equivale a 15º de longitud
de 700 estadios, según la medición del ecuador de Eratóstenes, que
hacen los 360º. Es muy probable que estos 24 semicírculos, junto
con el correspondiente número de círculos paralelos, fueran
dibujados por Hiparco sobre la esfera como una retícula. De este
modo resultaba más fácil para el cartógrafo determinar la posición
de las estrellas y para el observador astronómico encontrar la
posición de cada una de ellas.
Así,
con Hiparco, el globo celeste se convirtió en una herramienta
científica que podía ser utilizada para calcular el tiempo durante
la noche o para calcular la duración de un eclipse lunar. Su
publicación de la predicción de eclipses lunares durante seis
siglos, evidenciando su regularidad, contribuyó además a quitar el
miedo ancestral sobre tales eventos. Elaboró un mapa de la ecúmene
que abarcaba entre los 12º34´17´´N del país de Cinamon y los
66ºN de Tule (46.200 estadios), y entre los 44º40´31´´O de
promontorio Sagrado y los 75º39´18´´E de la desembocadura del
Ganges, sobre el meridiano de Alejandría (en total 120º19´49´´,
70.000 estadios). Corrigió el mapa de Eratóstenes y calculó el
ecuador en 277.000 estadios.
Posidonio
de Apamea (135-51/50 a.C.) construyó una esfera y un planetario al
estilo del realizado por Arquímedes en Rodas, y dibujó un mapa. Su
amplia producción aportó dos grandes pilares al conocimiento
posterior de la tierra: el descubrimiento de la posición oblicua del
eje de rotación respecto al plano de la eclíptica, que explica el
cambio estacional, y el reconocimiento de la existencia de una zona
de carácter no climática sino astronómica, basada en el uso del
gnomón. Recalculó la longitud del ecuador en 180.000 estadios,
menos de ¾ del cálculo de Eratóstenes, reduciendo así la
distancia cortical de un grado en el ecuador de 700 a 500 estadios, y
la longitud del paralelo de Rodas en 140.000 estadios, resultando un
grado de 400 estadios. Introdujo así un notable error que sin
embargo, fue asumido por Marino de Tiro y Ptolomeo y que se
generalizó, a partir de este, durante el Renacimiento, conduciendo a
exagerar la porción de superficie ocupada por la ecúmene.
Entre
mediados del siglo II a.C. y finales del siglo I d.C. la expansión
territorial y comercial de Roma y las necesidades administrativas que
ello conllevó, generaron una fuerte demanda de información
geográfica. Inicialmente se hicieron compilaciones de los
conocimientos geográficos griegos y se incorporó plenamente su
tradición científica cartográfica. Pero con el tiempo se
escribieron grandes síntesis descriptivas de la ecúmene, en
especial de los territorios recientemente conocidos; se realizaron
expediciones
militares y viajes comerciales a lugares recónditos; se obtuvieron
mediciones de las nuevas tierras; y por fin, se realizaron nuevos
mapas.
Roma
reforzó su papel como centro del saber geográfico y aunque con
Octavio Augusto y sucesores extendieron ampliamente sus dominios
territoriales, lo cierto es que los comerciantes y sus actividades
llegaron mucho más allá que las legiones. Se conoció la Ruta de la
Seda a lo largo del camino a China y, por mar, el comercio llegó
hasta las costas del mar Báltico, de la India, tras el
descubrimiento del régimen de los monzones y su aprovechamiento en
la navegación, y de la costa oriental del África tropical, todo lo
cual propició la necesidad de elaborar un nuevo mapa romano de la
ecúmene, en cuya confección resultó vital la contribución de
personajes como Julio César (100 a.C-44 a.C.), Marco Vipsanio Agripa
(64/63-12 a.C.) y, especialmente, Octavio Augusto (63 a.C.-14 d.C.).
En
África, tras la expedición marítima realizada por Polibio
(210/200-127 a.C.) en el año 146 a.C. por la costa occidental de
África hasta Teón Óquema (Monte Camerún), se realizaron varias
expediciones en el interior, por el Nilo, el Fezzán y Mauritania, y
se tenían noticias ciertas sobre la costa oriental. En el 25 a.C.
Aelius Gallus exploró el Nilo superior, y poco después Publio
Petronio penetró, por orden de Augusto, hasta Napata en el 23 a.C.
También Nerón ordenó explorar el Nilo con el propósito de
localizar sus fuentes y estudiar la posibilidad de realizar una
expedición militar sobre Etiopía. Según Séneca los
expedicionarios llegaron hasta unos pantanos inmensos donde había
dos rocas que manaban grandes cantidades de agua y según Plinio la
expedición llegó hasta Méroe, donde se describe la existencia de
algunos bosques y huellas de rinocerontes y elefantes, y que situó a
975.000 pasos desde Siene.
Según
la reconstrucción realizada de la descripción de África de Plinio
el Viejo, en su época se tenía conocimiento del interior del
continente siguiendo el supuesto trazado del río Nilo según Juba II
(40 a.C.-23/24 d.C.), que había sido explorado “solamente por su
fama, de forma pacífica, sin las guerras que han hecho descubrir las
demás tierras” y que, según él, discurría desde el Atlas
mauritano hasta los grandes lagos y desde aquí hasta su
desembocadura. En la región del Fezzán se sucedieron las
expediciones a Garama.
En
el 19 a.C., Lucio Cornelio Balbo penetró desde Numidia hasta Garama
y tras él Junius Blaesus y Cornelio Dolabella en el 21-24 d.C.,
Valerio Festus en el 69 d.C. descubrió la ruta desde Leptis Magna a
Garama y en el 86 d.C., Suellius o Septimius Flaccus sobrepasó
Garama. Le sigue el viaje del comerciante Julio Maternus en el 90
d.C. hasta un lugar denominado Agisymba. En el interior de
Mauritania, Suetonio Paulino atravesó el Atlas y llegó hasta el río
Ger en el 42 d.C., y por la costa, entre el 25 y el 12 a.C., Juba II
exploró, por orden de Augusto, las Islas Afortunadas (Islas
Canarias). La costa oriental de África fue bien conocida hasta Cabo
Delgado, en Mozambique. Diógenes, en su viaje de regreso de la India
hacia Egipto, llegó hasta promontorio Rapta; Teófilo, refiere
navegaciones habituales por la costa de Azania (Somalia); y Dióscoro
informa de la localización de promontorio Prasum, el lugar conocido
más austral de la costa oriental de África.
Extracto:
El sistema geográfico de Marino de Tiro (Antonio Santana).
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