19/1/18

CARTOGRAFÍA CIENTÍFICA (I)


Las primeras reflexiones griegas documentadas sobre la Tierra y el firmamento se remontan al siglo VII a.C.
Según la tradición griega, Tales de Mileto (630-545 a.C.) fue el primero en dividir el cielo en cinco zonas atravesadas por un meridiano celeste de Norte a Sur, y la línea oblicua del zodíaco pasando por las tres zonas interiores, siguiendo el curso del Sol. Algunos autores piensan que fue él quien estableció la forma esférica de la Tierra y su posición central en el firmamento.

Otros autores antiguos que contribuyeron a establecer los pilares de la geografía fueron Anaximandro (610-546 a.C.) considerado el primero en realizar un mapa de la Tierra, Anaxímides de Mileto (585-524 a.C.), Pitágoras (580-495 a.C.) y Hecateo de Mileto (550-473 a.C.), al que se le atribuye la elaboración de un mapa y la primera descripción sistemática de la ecúmene.
Sin embargo, la constitución de la geografía teórica griega se retrasó hasta finales del siglo V a.C., cuando a raíz de la adopción de nuevas ideas y métodos procedentes de Babilonia y el uso sistemático de la geometría y la astronomía, se produjo una verdadera revolución científica y popular griega con la generalización de la idea de la esfericidad de la Tierra. A ello contribuyó la generalización de la lectura y de la escritura como medio de comunicación, así como el desarrollo del trabajo colectivo organizado en torno a academias y bibliotecas, según se hacía en Oriente desde hacía siglos.

Tradicionalmente se acepta que fue Eudoxo de Cnido (408-355 a.C.) quien, a principios del siglo IV a.C., estableció los fundamentos de la cartografía astronómica y terrestre griega con su teoría de las esferas geocéntricas y homocéntricas para explicar el movimiento de los planetas. Escribió dos tratados para explicar su globo celeste: “Fenómenos” donde describió los movimientos de los astros, y “Las velocidades” donde explicó los movimientos del Sol, la Luna y los planetas. No obstante, sus ideas nos han llegado fundamentalmente a través de un poema de Aratus de Solis (315-240/239 a.C.), en el que se describen las constelaciones y el Circuito de la Tierra.
Fue el primero en dibujar las estrellas sobre una esfera que representaba el firmamento, en cuyo centro situó a la Tierra reducida a la consideración de un punto, y en trazar sus trayectorias en círculos celestes: el ecuador, los trópicos, los círculos polares, la eclíptica y el zodiaco. Dibujó la franja zodiacal, constituida por los tres paralelos celestes oblicuos respecto al Ecuador terrestre que representaban la eclíptica y el zodiaco, donde localizó 43 constelaciones o más, y estableció el procedimiento para determinar la latitud del observador a partir del ángulo formado por la constelación Draco y el Norte geográfico.

Pero fue durante el reinado de Alejandro Magno (336-323 a.C.) cuando la Geografía griega experimentó un notable desarrollo con la ampliación del conocimiento de las tierras habitadas y la incorporación de las teorías geográficas egipcias, mesopotámicas e hindúes. Se produjo entonces una confluencia entre la cartografía teórica y la cartografía empírica que dio lugar a un desarrollo notable de la disciplina y que se prolongó, sin solución de continuidad, hasta época altoimperial romana. Se construyeron varios globos celestes y sistemas de esferas concéntricas, y la elaboración de mapas de la ecúmene se convirtió en una cuestión fundamental.

En este contexto inicial del desarrollo de la cartografía helénica destacó Piteas de Masalia (350 a.C.), que generalizó el uso del gnomón para medir la latitud con precisión aplicando la trigonometría, y que realizó notables contribuciones teóricas y empíricas. Por una parte, fue el primero en realizar en el mundo griego mediciones sistemáticas de la latitud durante el solsticio de invierno y en construir con sus observaciones una red de paralelos, dibujando sobre la esfera los lugares con la misma latitud, y por otra calculó la latitud de Marsella, que situó a 19º12´N desde el trópico de verano, y estableció la latitud del Círculo Polar Ártico en 66º30´N. No obstante, hay que señalar que el concepto de Círculo Polar Ártico (círculo siempre visible) era diferente al actual, y su latitud variaba en función de la latitud del lugar del observador. Se definía como el límite de las “estrellas siempre visibles” para dicha latitud y por tanto era un concepto dinámico en función de la latitud del observador.
Estableció la posición exacta del polo celeste, no como un punto identificado por una estrella concreta sino como un punto situado en el interior de un rectángulo definido por tres estrellas de luz débil definido por las estrellas Kochab y Pherkad, de la Osa Menor, y alguna estrella de la Osa Mayor.

Dicearco de Mesina (326-296 a.C.) realizó un mapa de la ecúmene que incluyó en su libro “Circuito de la Tierra” en el que incorporó, posiblemente por primera vez en la cartografía terrestre, un paralelo y un meridiano fundamentales centrados en la isla de Rodas (36ºN). El paralelo fundamental, el diafragma, denominado así por partir en dos partes la ecúmene, y el meridiano fundamental perpendicular al diafragma a la longitud de Rodas.

Continuará...

No hay comentarios:

Publicar un comentario