Las
primeras reflexiones griegas documentadas sobre la Tierra y el
firmamento se remontan al siglo VII a.C.
Según
la tradición griega, Tales de Mileto (630-545 a.C.) fue el primero
en dividir el cielo en cinco zonas atravesadas por un meridiano
celeste de Norte a Sur, y la línea oblicua del zodíaco pasando por
las tres zonas interiores, siguiendo el curso del Sol. Algunos
autores piensan que fue él quien estableció la forma esférica de
la Tierra y su posición central en el firmamento.
Otros
autores antiguos que contribuyeron a establecer los pilares de la
geografía fueron Anaximandro (610-546 a.C.) considerado el primero
en realizar un mapa de la Tierra, Anaxímides de Mileto (585-524
a.C.), Pitágoras (580-495 a.C.) y Hecateo de Mileto (550-473 a.C.),
al que se le atribuye la elaboración de un mapa y la primera
descripción sistemática de la ecúmene.
Sin
embargo, la constitución de la geografía teórica griega se retrasó
hasta finales del siglo V a.C., cuando a raíz de la adopción de
nuevas ideas y métodos procedentes de Babilonia y el uso sistemático
de la geometría y la astronomía, se produjo una verdadera
revolución científica y popular griega con la generalización de la
idea de la esfericidad de la Tierra. A ello contribuyó la
generalización de la lectura y de la escritura como medio de
comunicación, así como el desarrollo del trabajo colectivo
organizado en torno a academias y bibliotecas, según se hacía en
Oriente desde hacía siglos.
Tradicionalmente
se acepta que fue Eudoxo de Cnido (408-355 a.C.) quien, a principios
del siglo IV a.C., estableció los fundamentos de la cartografía
astronómica y terrestre griega con su teoría de las esferas
geocéntricas y homocéntricas para explicar el movimiento de los
planetas. Escribió dos tratados para explicar su globo celeste:
“Fenómenos” donde describió los movimientos de los astros, y
“Las velocidades” donde explicó los movimientos del Sol, la Luna
y los planetas. No obstante, sus ideas nos han llegado
fundamentalmente a través de un poema de Aratus de Solis
(315-240/239 a.C.), en el que se describen las constelaciones y el
Circuito de la Tierra.
Fue
el primero en dibujar las estrellas sobre una esfera que representaba
el firmamento, en cuyo centro situó a la Tierra reducida a la
consideración de un punto, y en trazar sus trayectorias en círculos
celestes: el ecuador, los trópicos, los círculos polares, la
eclíptica y el zodiaco. Dibujó la franja zodiacal, constituida por
los tres paralelos celestes oblicuos respecto al Ecuador terrestre
que representaban la eclíptica y el zodiaco, donde localizó 43
constelaciones o más, y estableció el procedimiento para determinar
la latitud del observador a partir del ángulo formado por la
constelación Draco y el Norte geográfico.
Pero
fue durante el reinado de Alejandro Magno (336-323 a.C.) cuando la
Geografía griega experimentó un notable desarrollo con la
ampliación del conocimiento de las tierras habitadas y la
incorporación de las teorías geográficas egipcias, mesopotámicas
e hindúes. Se produjo entonces una confluencia entre la cartografía
teórica y la cartografía empírica que dio lugar a un desarrollo
notable de la disciplina y que se prolongó, sin solución de
continuidad, hasta época altoimperial romana. Se construyeron varios
globos celestes y sistemas de esferas concéntricas, y la elaboración
de mapas de la ecúmene se convirtió en una cuestión fundamental.
En
este contexto inicial del desarrollo de la cartografía helénica
destacó Piteas de Masalia (350 a.C.), que generalizó el uso del
gnomón para medir la latitud con precisión aplicando la
trigonometría, y que realizó notables contribuciones teóricas y
empíricas. Por una parte, fue el primero en realizar en el mundo
griego mediciones sistemáticas de la latitud durante el solsticio de
invierno y en construir con sus observaciones una red de paralelos,
dibujando sobre la esfera los lugares con la misma latitud, y por
otra calculó la latitud de Marsella, que situó a 19º12´N desde el
trópico de verano, y estableció la latitud del Círculo Polar
Ártico en 66º30´N. No obstante, hay que señalar que el concepto
de Círculo Polar Ártico (círculo siempre visible) era diferente al
actual, y su latitud variaba en función de la latitud del lugar del
observador. Se definía como el límite de las “estrellas siempre
visibles” para dicha latitud y por tanto era un concepto dinámico
en función de la latitud del observador.
Estableció
la posición exacta del polo celeste, no como un punto identificado
por una estrella concreta sino como un punto situado en el interior
de un rectángulo definido por tres estrellas de luz débil definido
por las estrellas Kochab y Pherkad, de la Osa Menor, y alguna
estrella de la Osa Mayor.
Dicearco
de Mesina (326-296 a.C.) realizó un mapa de la ecúmene que incluyó
en su libro “Circuito de la Tierra” en el que incorporó,
posiblemente por primera vez en la cartografía terrestre, un
paralelo y un meridiano fundamentales centrados en la isla de Rodas
(36ºN). El paralelo fundamental, el diafragma, denominado así por
partir en dos partes la ecúmene, y el meridiano fundamental
perpendicular al diafragma a la longitud de Rodas.
Continuará...
No hay comentarios:
Publicar un comentario