23/6/20

ORIGEN DEL CALENDARIO (II)


El calendario juliano o romano.

En Roma, Numa Pompilio, segundo rey que tuvo aquella ciudad en el año 700 a.C., ya se empleaba un calendario basado en un año de trescientos cincuenta y cinco días dividido en doce meses. Este calendario permaneció así hasta el 45 a.C. en que Julio César estableció el llamado calendario juliano, así llamado en su honor. Se añadieron entonces diez días para completar los 365 días reales que tarda la tierra en girar alrededor del sol.

Los primeros calendarios solares romanos sólo tenían 304 días repartidos en diez meses: cuatro de 31 días y seis de 30. En el 500 a.C. fue preciso añadir al calendario tres meses cada ocho años para ajustarlo a los ciclos lunares y solares.

Los errores eran debidos a manipulaciones intencionadas de los políticos y sumos sacerdotes romanos que desajustaban el calendario para prolongar sus mandatos; por razones de este tipo decidió Julio César establecer un calendario definitivo asignando treinta y un días a los meses con importancia religiosa especial, y treinta a los de menos importancia.
Con ese fin se encargó al astrónomo Sosígenes de Alejandría, en el 46 a.C., el diseño de un calendario de trescientos sesenta y cinco días, y cuando lo concluyó se apercibió de que el calendario tenía un desfase de cinco horas, cuarenta y ocho minutos y cuarenta y seis segundos en relación con el ciclo solar real. Para compensarlo se inventó entonces el año bisiesto, que añadía un día cada cuatro años.

Por entonces los meses de enero, marzo, mayo, septiembre y noviembre tenían treinta y un días y los demás, incluido febrero, uno menos. Por alguna razón César consideró que su mes (julio), debería tener treinta y un días, como así se hizo.

Tras el acceso de Augusto al poder, este emperador pensó que no estaba bien que su mes (agosto), tuviera un día menos que el de César (julio), por lo que se quitó un día a febrero que quedó en veintinueve.
Como no era posible tener tres meses seguidos con treinta y un días, se corrigió de nuevo el calendario quedando septiembre y noviembre con treinta días, y a octubre y diciembre se les asignó treinta y uno. Como la cuenta no resultaba, se le quitó de nuevo un día al mes de febrero, que recuperaba sólo cada cuatro años, en los bisiestos.

El calendario gregoriano.

Los primeros almanaques o registros astronómicos del tiempo los hizo Tolomeo de Alejandría en el siglo II.
A pesar de los continuos reajustes el calendario romano seguía teniendo un ligero margen de desfase con el ciclo solar. Tras muchos debates y algún concilio eclesiástico el papa Gregorio XIII ordenó su revisión en 1.582. Se descontaron diez días al citado año y se pasó del 4 al 15 octubre en un solo día, medida que ponía fin al calendario juliano o de Julio César, y daba comienzo al calendario gregoriano.

Como había sido iniciativa unilateral de la Iglesia católica muchos países protestantes y ortodoxos se negaron a aceptar las reformas. Así, Inglaterra, siempre nota discordante, no aceptó el cambio hasta 1.752, en que añadió once días, no sin grandes protestas callejeras y sin que el pueblo pusiera el grito en el cielo. En este mismo país el año legal comenzaba el 25 de marzo, hasta que en 1.750 pasó al 1 de enero.

Rusia fue aún más reacia y no cambió su calendario hasta 1.917, iniciativa que tomó la revolución bolchevique. También implantaron en 1.929 la semana de cinco días, pero fracasaron ante la indiferencia del pueblo. Otros países y pueblos, como los tailandeses, no adoptaron el calendario gregoriano hasta el año 1.940.

El calendario gregoriano es casi perfecto, decimos casi porque tampoco pudo lograr que los meses fueran regulares ni que los trimestres tuvieran el mismo número de días, lo que empezaba a ser un inconveniente en el mundo económico y laboral.
Según el calendario gregoriano cada año se produce un error cronológico de veintiséis segundos, que sumarán un día completo en el año 3.323. Hay tiempo para pensar en alguna solución.

Resulta anecdótico y curioso que en el calendario gregoriano los siglos sólo puedan comenzar en lunes, martes, jueves o domingo, nunca en miércoles, viernes o sábado, y que los años ordinarios empiecen y acaben el mismo día de la semana.

El calendario maya.

Parece que el calendario más perfecto de todos los tiempos fue el calendario maya. Cuando los españoles llegaron a América pudieron darse cuenta que los mayas habían elaborado un almanaque perfecto ya en el siglo VI a.C., es el que más se acerca a la realidad astronómica.

Hubo intentos sonados de cambiar el rumbo del calendario, de crear almanaques nuevos.
El más ridículo fue el calendario republicano francés propuesto por Gilbert Romme y modificado por Philippe- François-Nazaire Fabre d’Eglantine, proyecto que comenzó a regir el 22 de septiembre de 1.792 y estuvo en vigor hasta el 1 de enero de 1.806: en este almanaque el año comenzaba el 22 de septiembre, fecha de la proclamación de la República, y se dio a los meses nombres tomados del cambio de estaciones y del desarrollo de la vegetación.

  1. Vendimiario: cosecha de la uva
  2. Brumario: que oscurece el cielo
  3. Frimario: que cubre las montañas de nieve
  4. Nivoso: que lleva la nieve a los valles
  5. Pluvioso: mes de las lluvias
  6. Ventoso: mes del viento
  7. Germinal: que hace brotar las plantas
  8. Pradial: mes de la siega de los prados
  9. Mesidor: mes de la cosecha de trigo
  10. Thermidor: mes que calienta los campos
  11. Fructidor: mes en que madura la fruta.

Además, suprimió la semana de siete días y estableció las décadas. Era tan arbitrario y absurdo que nadie parece que se lo tomara en serio.

También los alemanes pretendieron en 1.934 alterar el nombre de los meses y reponer los antiguos nombres del calendario gótico.
Un editor de Berlín lanzó el almanaque, pero dio a los meses los nombres de los líderes más importantes del partido en el poder, el nazional socialismo, por lo que el año empezaba con el uno de Hitler, uno de enero… ¡Menuda forma de empezar el año!

Hay que tener presente que en la medición del tiempo todo ha sido arbitrario menos el hecho de que la Tierra tarda 365 días en rotar alrededor del Sol; que los meses dependen de las fases de la Luna, y que el día es el tiempo que el la Tierra emplea en dar la vuelta sobre sí misma.

La semana, por ejemplo, es un espacio de tiempo convencional que entre los sumerios tenía seis días. Los antiguos griegos dividieron el mes en tres semanas o décadas, es decir, semanas de diez días; y ciertas tribus africanas tienen todavía semanas de cuatro días.

Nuestra semana de siete días es de origen bíblico, y deriva del relato del libro sagrado del Génesis, donde se dice que Dios creó el mundo en seis días y en el séptimo descansó, dándose a entender que la primera semana, en el amanecer de los tiempos, tuvo siete días.

La discutida costumbre de adelantar el reloj en verano fue idea del gobierno francés en 1.916. La mayoría de los países europeos siguieron el ejemplo. En España se la llamó horario de verano cuando se implantó este uso en 1.918, durante la noche del 15 al 16 de abril, cosa que fue celebrada en las calles.


No hay comentarios:

Publicar un comentario