23/5/11

LA CURACIÓN ESOTÉRICA


La enfermedad es el producto de tres influencias y está sujeta a ellas. Primero, el pasado del hombre, en que paga el precio de an­tiguos errores; Segundo, su herencia donde comparte con todo el género humano esas contaminadas corrientes de energía de origen grupal; Tercero, su participación con todas las formas naturales, de aquello que el Señor de la Vida impone a Su cuerpo. 
Estas tres influencias son denominadas “La Antigua Ley de Participación del Mal”. Algún día ésta debe ceder su lugar a la nueva “Ley del Anti­guo y Predominante Bien”, que reside detrás de todo lo que Dios ha creado. Esta ley debe ser puesta en vigencia por la voluntad espiritual del hombre.

Durante este proceso básico, necesario e ineludible, se lleva a cabo un definido trabajo en el cuerpo etérico. El discípulo aprende a elevar las energías, extraídas de los centros (chakras) inferiores, al plexo solar y de allí al centro cardíaco, reenfocando así las energías arriba del diafragma, en vez de hacerlo abajo del diafragma. Esto conduce frecuentemente a grandes complicaciones, porque -des­de el ángulo de la personalidad- el centro plexo solar es el más poderoso, siendo el lugar donde se distribuyen las fuerzas de la personalidad. Este proceso de descentralización y “elevación” de la conciencia inferior a la superior, trae las principales dificultades a las que está sujeto el discípulo.

Este proceso también se está lle­vando a cabo hoy en todo el mundo, causando la espantosa dislocación de los asuntos humanos, culturas y civilizaciones. Todo el enfoque de la conciencia humana está cambiando; la vida egoísta (característica del hombre centralizado en sus deseos y consecuen­temente en el centro plexo solar) cede su lugar a la vida descen­tralizada del hombre altruista (centrado en su yo alma),  consciente de sus relaciones y responsabilidades con el Todo y no con la parte. Esta sublimación de la vida inferior en la superior es uno de los momentos más importantes para el individuo y la raza. Una vez que el discípulo individual y también la humanidad, que sim­boliza al discípulo del mundo, hayan dominado el proceso de trans­ferencia, veremos establecido el nuevo orden del servicio indivi­dual mundial y, por lo tanto, la llegada del tan esperado nuevo orden.

            La circulación de la corriente sanguínea es el símbolo de estos procesos, y la clave del establecimiento del orden mundial se halla oculta en dicha simbología, la libre circulación de todo lo nece­sario para cada parte de la gran estructura de la humanidad. La sangre es la vida, y el libre intercambio, la libre participación, la libre circulación de todo lo que se requiere para un correcto vivir humano, caracterizará al mundo futuro. Estas condiciones no exis­ten, el cuerpo de la humanidad está enfermo y su vida interna desorganizada. En vez de la libre circulación del aspecto vida en todas partes, ha existido separación, congestión, estancamiento y canales obstruidos. Ha sido necesaria la terrible crisis actual para que la humanidad perciba esta condición enfermiza, la enorme ex­tensión del mal y descubra que las enfermedades de la “sangre de la humanidad” (simbólicamente entendida) son tan graves que se requieren las más drásticas medidas -dolor, agonía, desesperación y terror- para lograr su curación.

Los curadores deberán recordar esto, y tener presente que los discípulos, los hombres buenos y los aspirantes, comparten esta enfermedad universal de la humanidad, la cual deberá cobrar tributo, sicológica o fisiológicamente, o ambos. El malestar es de origen muy antiguo y de arraigados hábitos, e inevitablemente afecta al vehículo físico del alma. Estar exento de los efectos de las enfermedades humanas no indica superioridad espiritual. Simple­mente podría indicar lo que uno de los Maestros denominó como “las profundidades del egoísmo y la autosatisfacción espirituales”. El iniciado de tercer grado puede considerar que está exento, pero sólo se debe a que está completamente liberado del espejismo y ningún aspecto de la vida de la personalidad tiene poder sobre él. Todos los tipos de rayos que rigen al individuo están sujetos simi­larmente a estos problemas particulares. Sin embargo, los que per­tenecen al séptimo rayo son más susceptibles a los problemas, dificultades y enfermedades incidentales de la corriente sanguínea, que ningún otro tipo. La razón es que éste rayo tiene  que ver con la expresión y manifestación de la vida en el plano físico y con la organización de la relación entre espíritu y materia en la forma. Por lo tanto concierne hoy, mientras se trata de crear el nuevo orden, a la libre circulación y la consiguiente y destinada­ liberación de la humanidad de las enfermedades y problemas del pasado. Es interesante recordar esto y sería útil para los estudiantes, en esta época -si desean colaborar inteligentemente con los aconte­cimientos del día- reunir y estudiar todo lo que se ha escrito acerca del séptimo Rayo de Orden Ceremonial y Magia.

Extracto del Libro:  
“La curación esotérica” de A.A. Bailey
Por el Maestro Tibetano Djwhal Khul 

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