25/3/12

ATMÓSFERA PSÍQUICA



Con más frecuencia, la gente se queja de que el aire está contaminado: los humos de las fábricas, el gas de los tubos de escape de los coches y la multiplicidad de productos tóxicos que contribuyen a envenenar la atmósfera..... Es cierto, pero, ¿qué podemos decir entonces sobre la atmósfera psíquica de la tierra? 

La mayoría de los humanos, que viven sin luz, sin amor, sin tener conciencia de sus responsabilidades, pasan su tiempo expandiendo a su alrededor pensamientos y sentimientos tan sombríos, viciados y malsanos que la atmósfera de la tierra se parece a un pantano donde pululan una gran cantidad de bichos que arrojan sus desechos y excrementos en el mismo estanque donde otros deben respirarlos y absorberlos. Sí, esta es la triste realidad: una ciudad no es más que un pantano donde todos los humanos derraman sus angustias, sus celos, sus odios y todos los deseos insatisfechos. Si fueran un poco más clarividentes, verían formas horribles, negras, pegajosas, que surgen de determinadas criaturas y se acumulan en las capas de la atmósfera.
Pero incluso, aun sin ver nada, no se puede evitar sentir la existencia de una capa densa, pesada y tenebrosa sobre las ciudades. 

Aunque el mundo entero se movilizara para combatir la polución del aire, del agua y de la tierra, ello sería aún insuficiente, ya que en el mundo psíquico también se propagan gases de los tubos de escape, humos, productos tóxicos que están asfixiando a la humanidad. Muchas de las actuales enfermedades se producen no sólo debido a la polución del aire, del agua y de la comida,
sino también a la polución psíquica. Si la atmósfera psíquica en la que están inmersos no estuviera tan polucionada, los seres humanos conseguirían neutralizar todos los venenos exteriores. El mal se encuentra principalmente en el interior.
Cuando internamente os sentís fuertes y en armonía con vosotros mismos y con los demás, es como si corrientes de energía os traspasaran, rechazando las impurezas incluso en el plano fÍsico y de esta forma, el organismo puede defenderse mejor. 

Primero se es vulnerable interiormente y poco a poco, el mal acaba manifestándose también en el exterior. Tenemos un ejemplo de ello en los médicos y en las enfermeras: algunos de ellos que tenían un hígado en perfecto estado y una sangre muy pura, vivieron, sin contaminarse, entre gente que padecía las peores enfermedades contagiosas. Otros, sin embargo, que incluso huyeron para no enfermar, se contagiaron. Sí, porque permitieron la entrada de impurezas en su interior, y las impurezas son siempre un buen alimento para los microbios y los virus.
La pureza de la sangre, al igual que la de los pensamientos y sentimientos, rechaza la enfermedad. Mientras que si el mal ya ha penetrado en los pensamientos, en los sentimientos, en el corazón, en los deseos, queda una puerta abierta, y ¡qué fácil le resulta entonces a ese mal descender hasta el plano fisico! 

A partir de ahora, es preciso que tengáis conciencia de la existencia de esta atmósfera psíquica. Si la gente se preocupara de producir menos miasmas y trabajase en llenar el espacio con pensamientos puros, luminosos, benéficos, teniendo en cuenta que nada es estático si no que todo se propaga, estas ondas purificadoras serían una bendición para la humanidad. Pero, ¿dónde están los seres luminosos que quieran hacer este trabajo?, no hay muchos; la gente está ocupada en satisfacer sus propios deseos, sus codicias e intenta triunfar a toda costa, a puñetazos, a dentelladas, a patadas. Estas armas son utilizadas en todas partes, para abrirse camino y esta actitud resulta muy cara para la humanidad, ya que la atmósfera es atravesada por ondas caóticas y emanaciones malsanas. Si existiesen en el mundo suficientes seres luminosos que con su forma de vivir trabajasen para purificar, en primer lugar, su atmósfera espiritual, poco a poco, otros seres, atraídos por el ejemplo, harían lo mismo. Es por ello por lo que tan a menudo os hablo de la necesidad de crear con el pensamiento, allá donde vayáis, una atmósfera límpida, armoniosa, fraternal, con el fin de que la tierra sea un día como un jardín florido en donde todos vivan felices.

Omraam Mikhaël Aïvanhov - EL DEBER DE SER FELIZ

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