A pesar de que la atmósfera nos hace creer que el Sol es amarillo, su
color real es el blanco. Nuestra percepción errónea se debe a que de todos los
colores que emite el astro rey, el más intenso es el verde que, restado el
azul del cielo, se traduce en amarillo para la vista humana.
En realidad, cuanto mayor es la temperatura de
un cuerpo, más blanco se ve -un buen ejemplo son las bombillas de uso doméstico-.
Además, la luz solar ha de ser blanca para respetar los colores reales de los
objetos al reflectar sobre ellos. Es decir, para que sólo veamos los espectros
de luz reflectados.
En conclusión, el Sol es blanco, a pesar de que
nuestros ojos son más sensibles a la longitud de onda de la luz y no somos
capaces de ver todas las gamas que irradia… lo que nos hace verlo amarillo.
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