13/10/16

ANTROPOGÉNESIS DE LAS ESTANCIAS DE DZYAN (III)


ESTANCIA X
Así, de dos a dos, en las Siete Zonas, la Tercera Raza dio nacimiento a la Cuarta; los Sura se convirtieron en A-sura. La Primera, en todas las Zonas, fue del color de la luna; la Segunda amarilla como el oro; la Tercera roja; la Cuarta de color oscuro, que se tornó negro por el pecado. Los siete primeros vástagos humanos fueron todos de un color. Los siete siguientes principiaron a mezclarse. Entonces la Tercera y Cuarta crecieron en orgullo. “Somos los reyes; somos los dioses”.
Tomaron esposas de hermosa apariencia. Esposas procedentes de los sin mente, los de cabeza estrecha. Engendraron monstruos, demonios perversos, macho y hembra, también Khado (dâkinî), con mentes limitadas. Construyeron ellos templos para el cuerpo humano. Rendían culto a varón y hembra. Entonces el Tercer Ojo cesó de funcionar.

ESTANCIA XI
Ellos construyeron enormes ciudades. Con tierras y metales raros ellos construían. De los fuegos vomitados, de la piedra blanca de las montañas y de la piedra negra, tallaban sus propias imágenes a su tamaño y semejanza, y las adoraban. Construyeron grandes imágenes de nueve yatis de alto: el tamaño de sus cuerpos. Fuegos internos habían destruido la tierra de sus Padres. El agua amenazaba a la Cuarta. Las primeras Grandes Aguas vinieron. Ellas sumergieron las Siete Grandes Islas.
Los Justos todos salvados, los Impíos destruidos. Con ellos perecieron la mayor parte de los enormes animales producidos del sudor de la tierra.

ESTANCIA XII
Pocos quedaron, algunos amarillos, algunos del color oscuro y negro, y algunos rojos quedaron. Los del color de la Luna habían desaparecido para siempre.
La Quinta producida del tronco Santo quedó; ella fue gobernada por los primeros Reyes Divinos... (Las Serpientes) que volvieron a descender, que hicieron la paz con la Quinta, que la enseñaron e instruyeron...

En la Estancia VIII, detengámonos un momento a considerar los varios procedimientos consecutivos de procreación, con arreglo a la ley de la Evolución.
Principiemos por el modo de reproducción de las últimas subrazas de la Tercera Raza Humana; por aquellos que se vieron dotados de “Fuego Sagrado”, de la Fulguración de los Seres superiores y entonces independientes, que fueron los Padres psíquicos y espirituales del Hombre, como los Pitri Devatâs inferiores (los Pitris) fueron los Progenitores de su cuerpo físico. Esa Tercera Raza santa consistía en hombres, a los cuales se les describía, en su cenit, como “enormes gigantes con la fuerza y hermosura de dioses, y depositarios de todos los misterios del Cielo y de la Tierra”. ¿Han caído ellos también, y, en ese caso, fue la encarnación la “Caída”?
Debemos observar sobre ellos que los Dioses y Héroes principales de la Cuarta y Quinta Razas, como antigüedad menor, son las imágenes deificadas de estos Hombres de la Tercera. Los días de su pureza fisiológica, y los de su llamada Caída, han sobrevivido tanto en el corazón como en la memoria de sus descendientes. De aquí la naturaleza dual que presentan estos Dioses, cuyas virtudes así como sus pecados han sido exaltados hasta el último extremo en las biografías compuestas por la posteridad.
Fueron ellos las Razas Pre-Adámicas y Divinas, de las cuales la misma Teología, para la que todas ellas son “razas cainitas y maldecidas”, principia ahora a ocuparse.
Pero, en primer término, debemos tratar de la acción de los “Progenitores Espirituales” de aquella Raza.

En la Estancia VII, hay que explicar un punto difícil y abstruso:
CUANDO EL EXUDADO PRODUJO AL NACIDO DEL HUEVO, AL DOBLE, AL POTENTE, AL PODEROSO CON HUESOS, LOS SEÑORES DE LA SABIDURÍA DIJERON: “AHORA CREAREMOS”.
¿Por qué “ahora” y no antes? Esto lo explica lo que sigue:
LA TERCERA RAZA SE CONVIRTIÓ EN EL VÂHAN DE LOS SEÑORES DE LA SABIDURÍA. CREÓ HIJOS DE LA VOLUNTAD Y DEL YOGA, POR KRIYÂSHAKTI LOS CREÓ, LOS SANTOS PADRES. ANTECESORES DE LOS ARHATS.

¿Cómo fue que ellos “crearon”, dado que los “Señores de la Sabiduría” son idénticos a los Devas indos que se negaron a “crear”? Evidentemente Ellos son los Kumâras del Panteón Hindú y de los Purânas, los Hijos Mayores de Brahmâ.
Sanandana y los otros hijos de Vedhas (quienes), creados previamente por él... sin deseos ni pasiones, (permanecieron castos) inspirados por santa sabiduría... y sin deseos de progenie.

El poder, por el cual crearon primeramente, es lo que ha sido causa de su degradación desde su alto estado a la posición de Malos Espíritus, de Satán y de su Hueste, creados a su vez por la impura fantasía de los credos exotéricos.
Este poder fue el de Kriyâshakti, ese misterioso y divino poder latente en la voluntad de cada hombre, y el cual, si no es llamado a la vida, animado y desarrollado por la práctica Yoga, permanece dormido en 999.999 hombres de cada millón, y así se llega a atrofiar.

Este poder es explicado en los “Doce Signos del Zodíaco” como sigue:
Kriyâshakti: El misterioso poder del pensamiento que le permite producir resultados fenomenales, externos, perceptibles por su propia energía inherente. Los antiguos sostenían que cualquier idea se manifestará externamente si se concentra la atención de uno (y la voluntad) intensamente en ella. Igualmente, una intensa volición será seguida por el resultado que se desea. La Tercera Raza había creado así a los llamados HIJOS DE VOLUNTAD Y DE YOGA, o los “Antecesores” -los Antepasados Espirituales- de todos los Arhats subsiguientes y actuales, o Mahâtmâs, de un modo verdaderamente inmaculado. Fueron, a la verdad, creados, no engendrados, como lo fueron sus hermanos de la Cuarta Raza, que fueron engendrados sexualmente después de la separación de los sexos, la “Caída del Hombre”. Pues la creación no es sino el resultado de la voluntad operando sobre la Materia fenomenal; el hace salir de ella la Luz Primordial Divina y la Vida Eterna. Fueron ellos el “Grano de la Semilla Santa” de los futuros Salvadores de la Humanidad.

El orden de la evolución de las Razas Humanas se encuentra como sigue en el Libro Quinto de los Comentarios, según ya se ha expuesto: Los primeros hombres fueron Chhâyâs 1º; los Segundos los “nacidos del Sudor” 2º; los terceros “los nacidos del Huevo” y los santos Padres nacidos por el poder de Kryâshakti 3º; los Cuartos fueron los hijos de Padmapâni (Chenresi) 4º. Por supuesto, tales modos primitivos de procreación -por la evolución de la propia imagen, por gotas de sudor; después de eso, por Yoga; y luego por lo que la gente considerará como mágico (Kriyâshakti)- están condenados de antemano a ser considerados como cuento de hadas. Sin embargo, desde el primero al último nada hay realmente en ellos de milagroso, ni nada que no pueda demostrarse que sea natural.
Esto hay que probarlo. 1º El nacimiento Chhâyâ, o el modo primordial de procreación sin sexos -la Primera Raza habiendo emanado, por decirlo así, de los cuerpos de los Pitris- se halla aludida en una alegoría cósmica de los Purânas. Es la hermosa alegoría e historia de Sanjnâ, la hija de Vishvakarman, casada con el Sol, quien “no pudiendo resistir los fervores de su Señor”, le dio su Chhâyâ (sombra, imagen o cuerpo astral), mientras que ella se retiró a la espesura para practicar devociones religiosas o Tapas. El Sol, creyendo que la Chhâyâ era su esposa, engendró hijos con ella, como Adán con Lilith, también una sombra etérea, como en la leyenda, aunque monstruosa hembra real viviente hace millones de años.
Pero quizás este ejemplo pruebe muy poco, excepto quizá la exuberante fantasía de los autores Puránicos. Tenemos preparada otra prueba. Si las formas materializadas, que a veces se ven emanar de los cuerpos de ciertos mediums, pudiesen fijarse y hacerse sólidas en lugar de desvanecerse, la “creación” de la Primera Raza sería perfectamente comprensible. Esta clase de procreación no dejará de ser sugestiva para el estudiante. Ni el misterio ni la imposibilidad de tal procedimiento son ciertamente mayores -al paso que es mucho más comprensible para la inteligencia del verdadero pensador metafísico- que el misterio de la concepción del feto, su gestación y nacimiento como niño, como actualmente lo conocemos.

Extracto: La Doctrina Secreta – H.P. Blavatsky

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