Las
fuentes son muy escasas al ofrecernos datos sobre la región de los
celtíberos y pueblos vecinos; algo se puede conocer en ellas, como es la existencia de sacrificios colectivos.
En
el año 145 a.C. Viriato cayó sobre los habitantes de Segobriga,
cuando hacía uno de estos sacrificios colectivos:
Viriathus, cum
tridui iter discendens, conjecisset, idem illud uno die remensus
securos Segobrigenses et sacrificio cum maxime occupatos oppresit
(Front. III, 11, 4). Se ignora el rito y la particularidad de estos
sacrificios. Posiblemente estos sacrificios colectivos iban
precedidos de comidas.
Floro
(1, 34, 12) escribe de los numantinos: compulsi primum ut destinada
morte in proelium ruerent, cum, se prius epulis quasi inferis
impleuissent carnis semicrudae et caeliae.
En
un fragmento pintado de cerámica recogida en Numancia se representa
una escena de sacrificio. Aparece un varón, cubierta la cabeza con
alto peinado cónico, que sostiene en su mano izquierda una figura de
barro, que puede ser la imagen de algún dios, mientras dirige su
derecha al altar, sobre el que hay unas aves, a las que una segunda
persona acerca un cuchillo.
Del
hecho de que las fuentes literarias que narran la guerra de Numancia
nunca mencionen sacerdotes parece deducirse que los celtíberos son
como los germanos descritos por César, de los que escribió el
dictador (BG VI, 21); neque druides habent qui rebus diuinis
praesint. Sin embargo Tácito (Germ. X-XI, XL, XLIII) menciona los
sacerdotes en Germania. No se conocen entre los celtíberos la
existencia de grandes templos ni de imágenes. B. Taracena, que
también conocía esta región, tan sólo menciona un posible templo
en Termancia a Mercurio. Los bosques, como entre los germanos (Tac.
Germ. IX), eran sin duda los lugares de culto.
Cicerón
(de nat. deorum 1, 84) habla de un dios hispano equivalente a
Vulcano; el orador latino no puntualiza, pero tenía que ser venerado
entre los pueblos dados a la forja del metal, como los celtíberos
(Phil. Mech. Synt., IV-V; Suid. machaira; Diod. V, 33, 3-4; Liv. VII.
10, 5; XXX 1, 34, 4; Pol. fragm. 95; Gel. NA IX, 13, 14): at primum
quot hominum lingua tot nomina deorum; non enim ut Uellius quocumque
ueneris sic idem, in Italia Volcanus idem in Africa, idem in
Hispania.
En
Celtiberia, como entre los galos (Ael. Lampr. Alex. Seu. LX, 6; Fl.
Vop. Aurel XLIV, 4-5; Car. XIV-XV), germanos (Tac. Germ. VIII) y
cimbrios (Str. 7, 2, 2), vaticinaban las mujeres, al igual que los
hombres, como se desprende de un pasaje de la vida de Galba, de
Suetonio (Galba IX, 2): nam et mandata Neronis de nece sua ad
procuratores clam missa deprehenderat et confirmabatur cum
secundissimis auspicis et omnibus, tum uirginis honestae
uaticinatione, tanto magis, quod eadem illa carmina sacerdos Iouis
Cluniae ex penetrali somnio monitus eruerat ante ducentos annos
similiter a fatidica puella pronunciata quorum carminum sententia
erat, oriturum quandoque ex Hispania principem dominumque rerum.
En
Numancia existió también un culto al toro, como lo demuestran las
pinturas en que este animal va lleno de signos astrales, las figuras
sobre la cerámica catalogadas por R. de Apraiz, con danzas rituales
vinculadas a su culto, también representadas dos veces en dos
fragmentos de cerámica numantina, en los que un hombre corre con
cuernos enfundados en los brazos. Se trata de un culto muy propio de
poblaciones ganaderas, como los celtíberos. Signos astrales hay
representados frecuentemente en la cerámica de Numancia, pero no se
puede afirmar que existiera un dios de carácter astral.
Los
celtíberos llevaron su religión a la región comprendida entre los
ríos Guadalquivir y Guadiana según Plinio (NH III, 13), que toma la
noticia de Varrón: celticos a celtiberis ex Lusitania aduenisse
manifestum est sacris, lingua, oppidorum uocabulis, quae cognominibus
in Baetica distinguntur. La confirmación arqueológica de esta frase
son las excavaciones de A. Blanco en Riotinto.
Entre
los vacceos la divinidad principal era la Luna, como entre los
Germanos (Caes. BG VI, 21, 1) y en el Lacio (Ovid. Fast. III, 883;
Caer. Praen. CIL I, 2, 212, 234, 314; Varr. De IL. V, 68; Hor. Carm.
IV, 6, 38; Macr. Saturn. III, 8, 3), como se desprende de la
narración de Apiano (Ib. 82), que cuenta que en el año 136 a.C. E.
Lépido sitió la ciudad de Palantia, de la que los romanos se
retiraron por falta de víveres, cuando los habitantes de Palantia
supieron la fuga les atacaron, y sólo por un eclipse de luna que les
pareció prohibición de su dios (la luna), logró salvarse el
ejército romano.
La luna era también venerada en Galicia (Ptol. II, 5, 3) 27.
La luna era también venerada en Galicia (Ptol. II, 5, 3) 27.
Fuente:
La religión de los Celtíberos - Jose María Blázquez Martínez
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