Gilgamesh
es sin duda el héroe mesopotámico por excelencia, y también uno de
los mitos más extendidos y populares. Existen unos doce capítulos
de la epopeya. Sabemos casi con certeza, que Gilgamesh era un joven
gobernante de Uruk “la bien amurallada”, que reinó en torno al
2.600 aC.. Se le considera hijo de la diosa Nisun, cuyo esposo era el
rey Lugalbanda. Se le reconoce como obra más famosa la construcción
de las fabulosas murallas de Uruk.
La
epopeya se introduce con una breve descripción de hazañas y
aventuras, un recurso de puesta en escena que proclama a Gilgamesh
grande en sabiduría y conocimiento. Lo presenta como un personaje
que llevó a cabo un gran viaje en busca de la inmortalidad, se volvió
abatido y resignado, regresó a casa y grabó en una tabla de piedra
todo lo que había hecho y sufrido, y luego completó la
construcción de las murallas de Uruk y su sagrado templo de Eanna,
la casa de la diosa Ishtar.
La
epopeya propiamente dicha comienza con Gilgamesh abusando de su
posición y de su irresistible belleza y presencia para disfrutar de
los placeres carnales con todas las doncellas núbiles de Uruk, al
tiempo que forzaba a toda la población joven a trabajar en las
murallas de la ciudad y en el templo. Los habitantes de la ciudad,
irritados y molestos, acudieron a Araru, madre de los dioses,
instándola a crear un rival a Gilgamesh. Esta escuchó las súplicas
y cogiendo un trozo de arcilla en sus manos la arrojo al campo y creó
un hombre primitivo, este es Enkidu cuyo cuerpo estaba cubierto de
pelo y adornado de trenzas y que no conociendo los modos humanos se
comportaba como un animal. Enkidu creció entre los animales y
desmantelaba las trampas de los cazadores impidiendo cazar a sus
hermanos.
Los
cazadores protestan a Gilgamesh para que les ayude, pues el poder de
Enkidu es tal que no se atreven a enfrentarle. Entonces Gilgamesh
trama un plan, decide enviar a un cazador en compañía de una
prostituta (de nombre Shamhat) a buscar a Enkidu con objeto de
seducirle. Y de hecho eso ocurre, después de seis días y siete
noches haciendo el amor, Enkidu cambia y ya no puede volver con los
animales, entonces Shamhat le convence para ir a Uruk a encontrarse
con Gilgamesh.
Mientras
tanto Gilgamesh había tenido un inquietante sueño, que su madre
interpretó para él, significando que un hombre vendría a él y
seria su amigo. Sin embargo Enkidu sorprende a Gilgamesh cuando este
se dirige a una tarea amorosa. Ambos se enfrentan pero viendo tan
similares sus fuerza decidieron rápidamente que lo mejor seria no
luchar y ser amigos. Después de esto Enkidu lleva una vida normal en
Uruk y un día Gilgamesh vuelve a tener un sueño del que Shamash
interpreta que deben ir a combatir a Khumbaba o Humbaba El Fuerte (o incluso
Huwawa en una versión más primitiva), el gigante del
bosque de cedros.
A
pesar de las advertencias y las negativas de sus consejeros Gilgamesh
y Enkidu consultan a Nisun (la Gran Reina) que hace una ofrenda a
Shamash para que proteja a los compañeros. Cuando ambos llegan al
bosque de cedros (no olvidemos que un bosque es un lugar poco
familiar y más bien exótico para un mesopotámico), Humbaba se
aproxima y desprecia a los visitantes debido a su pequeño tamaño: “sois tan pequeños que os considero como si fueseis una tortuga”.
Es un recurso común en la mitología mesopotámica que cuando el
final parece cercano y la situación desfavorable a los héroes, la
divinidad intervenga y vuelva las cosas contra el enemigo, en este
caso es Shamash el que convoca los vientos contra el gigante y así
es como Gilgamesh le derrota, decapitándolo y poniendo su cabeza en
una balsa la cual llegará hasta Nippur.
De
vuelta a Uruk, Gilgamesh se lava y se pone una túnica limpia y una
faja e Ishtar, que al igual que los demás dioses había presenciado
el combate, no puede resistirse a sus encantos y le propuso que fuese
su amante, ofreciéndole además ricos presentes. Pero Gilgamesh
conociendo el fatídico destino de sus anteriores amantes, la rechaza echándole en cara su dudosa reputación. Ishtar furiosa por el
rechazo y las increpaciones recurre a su padre, Anu, instándole a
que envíe el Toro Celeste a acabar con Gilgamesh. Este accede e
Ishtar entra en Uruk con las riendas del Toro Celeste en sus manos y
comenzó a matar jóvenes de la ciudad abriendo grietas en las que
caían, cien, doscientos, trescientos incluido Enkidu. Pero
rápidamente Enkidu salió de ella y llamó a Gilgamesh que acomete con su espada y mata al toro. Después mientras Ishtar se retuerce de
rabia en las murallas, Enkidu arranca el lomo al toro y se lo arroja
a la cara, increpándola.
Los
dioses al ver que Enkidu y Gilgamesh han realizado semejantes hazañas
discuten sobre su destino y deciden que uno de ellos ha de morir, así
Ishtar toma venganza. Enkidu enferma y después de doce días de
lucha muere al decimotercero. Se celebran unos magníficos funerales
y Gilgamesh hace un llamamiento por todo el país para construir una
estatua de su amigo.
Gilgamesh
vaga desesperado por los campos, pues está aterrorizado por la
muerte. Decide ir a ver al único hombre que sobrevivió al Diluvio y
que es inmortal Ut-Napishtim. El viaje es muy peligroso y la puerta
de la montaña Mashu, por la que se ve obligado a pasar, esta
custodiada por hombres-escorpión. Al principio estos le reciben de
forma hostil, pero después de hablar con ellos le dejan pasar y
Gilgamesh recorre muchas millas de oscuridad llegando a un jardín de
pedrería muy hermoso. Allí reside Siduri, la expendedora de
cerveza, que al principio se asusta al ver el aspecto, sucio y
desarrapado de Gilgamesh, pero luego se dirige a Siduri y le
dice quien es él y ella le ayuda, diciéndole que busque al barquero
Ur-shanabi. Gilgamesh va en busca de este hombre y le declara sus
propósitos, este le dice que corte trescientas pértigas de cien
pies cada una (unos 30 mts). Una vez realizada la tarea comienzan la
travesía, que dura mes y medio, durante la cual el héroe no ha de
permitir que el mortífero agua toque su cuerpo. Gracias a las
pértigas consiguen cruzar a la isla donde se encuentra Ut-Napishtim.
Ut-Napishtim
y Gilgamesh se encuentran y el primero intenta explicarle la muerte a
Gilgamesh comparándola con el sueño, de forma que le propone al
héroe que intente no dormir durante seis noches, tarea en la que
Gilgamesh fracasa estrepitosamente. Entonces Gilgamesh le pregunta a
Ut-Napishtim como es que él si es inmortal, y él le responde
narrándole la historia del diluvio y la gracia que con él y su
esposa tuvieron los dioses.
Sabiendo
esto Gilgamesh, descorazonado, decide abandonar su búsqueda.
Ut-Napishtim le proporciona los medios necesarios para asearse y
recuperar su buen aspecto y le obsequia grandes regalos. Por último
le confía un secreto: la localización de una planta rejuvenecedora
que Gilgamesh a su vuelta coge del fondo del mar. Sin embargo, mientras se lavaba por la noche en un estanque una serpiente atraída
por el olor de la planta se la roba. Gilgamesh se desespera y se echa
a llorar, la inmortalidad no es para él, dice: “Me rindo”.
De
esta forma Gilgamesh, acompañado de Ur-shanabi, regresa a Uruk y
señala orgullosamente su auténtico logro: las murallas de la ciudad.
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