El
loto era la planta heráldica del Alto Egipto y se encontraba a lo
largo de todo el Nilo. Los egipcios conocían primordialmente dos
tipos de lotos, el blanco (Nymphaea lotus) y el azul (Nymphaea
caerulea), también llamado comúnmente loto egipcio, lirio azul de
agua y lirio sagrado del Nilo.
El
loto indio (Netumbo Nucifera). Probablemente llegó a Egipto
alrededor del 700 d.C.
El
loto azul (Nymphaea caerulea) apareció por primera vez representado
en la dinastía V, incrementándose significativamente hasta alcanzar
su supremacía en la iconografía floral en la dinastía XVIII.
Los
egipcios, como grandes observadores de la naturaleza, vieron que el
loto azul se abría al amanecer orientado hacía el Este, viendo el
centro de oro intenso fijado contra los pétalos azules,
aparentemente una imitación del cielo que saludaría el sol,
lanzando un suave perfume dulce. Con la oscuridad volvía a cerrarse
y a hundirse en las aguas. El proceso se repetiría de nuevo al día
siguiente. La flor fue ligada por consiguiente firmemente al
levantamiento y al ajuste del sol. Esto es al contrario del loto
blanco, que abre sus flores al ponerse el sol.
La
deidad de Menfis, Nefertem, dios de los dulces olores, se representa
llevando una flor de loto azul en la cabeza, en ocasiones acompañada
de dos plumas. Era considerado como la “Flor de Loto en la Nariz de
Re”. El perfume de esta flor era sumamente agradable a los
egipcios. Existen diversas escenas, sobre todo en tumbas del Imperio
Nuevo, donde se ven mujeres con un loto prendido en el cabello o bien
oliendo o dando a oler el perfume de la flor. También se usaba como
adorno funerario, hallándose restos de flores de loto en sarcófagos,
uno de los más famosos, el de Tutankamon, donde se encontró
dispersado sobre su momia.
Aparte
de todo su significado simbólico, religioso y artístico, los
egipcios utilizaron el loto azul en medicina y para alimentación. En
muchas representaciones, el loto está íntimamente ligado a la
mandrágora.
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