El que destila un odio visceral y se
regodea con la humillación del otro, el que avasalla al semejante, el que busca
manipular con mentiras, el que agrede innecesariamente y desvaloriza al otro
para sentirse bien él, el que daña con intención sin jamás proponer una reparación,
el que incomoda con sus imposturas, el envidioso de todo lo ajeno y el que urde
los problemas para acercar luego sus soluciones.
La nómina de personas dañinas la completan el autodestructivo, el narcisista patológico, el perverso, el violento impenitente y el estafador. Se sabe que el mundo está lleno de seres nocivos, ya lo poetizó Antonio Machado: "mala gente que camina y va apestando la tierra".
Las neurociencias dicen que sí, que la gente "tóxica" -encarnada por aquellos seres rapaces que inexorablemente perturban el bienestar ajeno y vampirizan al semejante- existe. Y endilgan a fallas químicas la irrigación de esa toxicidad. Sus conductas se traducen en patologías, y la coexistencia con ellos resulta imposible.
En el psicoanálisis y la psicología, la literatura está dividida. No obstante, ambas se inclinan por los vínculos y comportamientos "tóxicos" más que por las personas, ya que lo que es "tóxico" para unos puede ser perfectamente aceptado por otros.
Si bien no existe una cofradía donde se imponga la toxicidad, al hurgar en los
perfiles nocivos, sin duda que algunos políticos, aquellos que sólo buscan ser
escuchados y prometen lo que saben que jamás van a cumplir, podrían encajar en
ese estereotipo. Y dentro de las relaciones de poder, tampoco los jefes
desconcertantes, impredecibles o arbitrarios, los seudoemperadores de la
verdad, incapaces de encomiar méritos o esfuerzos se escapan indemnes a la
toxicidad.
Quien mejor se ha dedicado a este tema en la historia de la filosofía es Baruch Spinoza, apunta el filósofo Tomás Abraham. Él habla de encuentros que potencian nuestras energías y nos dan alegría y los que las disminuyen y producen tristeza. Cuando dos cuerpos se convienen entre sí, multiplican su potencia. Y cuando no lo hacen se produce un mal encuentro, semejante a una especie de envenenamiento. Pero Abraham pone un freno, al aclarar que "pensar las relaciones humanas en términos de toxicidad deriva de las teorías degenerativas de la psiquiatría racista del siglo XIX".
Investigadora de la vida cotidiana a través de la enjundia filosófica, Roxana Kreimer es asertiva respecto de esa categoría, popularizada por la norteamericana Lilian Glass, en su best seller Toxic People (Gente tóxica). Advierte que nadie es "cien por cien sano, ni física ni psicológicamente; por eso, es importante atender los patrones caracterológicos y sus efectos", según Lilian Glass.
"Los comportamientos destructivos son tolerados si aparecen de manera esporádica. Pero cuando se repiten con frecuencia contaminan las relaciones interpersonales", completa Kreimer.
"Confucio decía que si uno se topa con gente buena, debe tratar de imitarla, y si uno se topa con gente mala, debe examinarse a sí mismo", añade. Y caracteriza a la gente "tóxica" "por su falta absoluta de empatía con el otro". En ese grupo, incluye a los manipuladores, que se valen de la asimetría de la información para torcer destinos, y a líderes como George Bush, que buscan la adhesión a sus "decisiones impopulares presentándolas como necesarias".
¿Qué sucede con los pesimistas? Según Abraham, pueden ser "más lúcidos, inteligentes y valientes que toda esa pavada de la buena onda". Para Kreimer, la negatividad en demasía termina siendo contagiosa.
Diana Cohen Agrest, habla de "los vínculos destructivos de los que hay que huir". Pero advierte sobre la estigmatización y la capacidad de cambio de las personas. "Los seres humanos -dice- no somos de una vez y para siempre. Estamos en constante proceso de construcción. El nombre definitivo es el del epitafio, pues sólo allí adquirimos una identidad definitiva. Mientras vivimos, se puede dejar de ser 'tóxico', como también se pueden adquirir otras características. Sólo una visión demasiado pesimista del ser humano lo condena a ser de una vez y para siempre."
El filósofo Santiago Kovadloff confiesa cruzarse a menudo con este tipo de personas y rogar que en ese instante alguien en el teléfono lo libere de la situación. "Pongo el acento en los vínculos más que en las personas, porque el significado de alguien depende primordialmente de quien entable una relación con él"….. ejemplifica. Y se pregunta si la gente realmente se cuestiona qué es lo que uno produce en el otro.
Quien mejor se ha dedicado a este tema en la historia de la filosofía es Baruch Spinoza, apunta el filósofo Tomás Abraham. Él habla de encuentros que potencian nuestras energías y nos dan alegría y los que las disminuyen y producen tristeza. Cuando dos cuerpos se convienen entre sí, multiplican su potencia. Y cuando no lo hacen se produce un mal encuentro, semejante a una especie de envenenamiento. Pero Abraham pone un freno, al aclarar que "pensar las relaciones humanas en términos de toxicidad deriva de las teorías degenerativas de la psiquiatría racista del siglo XIX".
Investigadora de la vida cotidiana a través de la enjundia filosófica, Roxana Kreimer es asertiva respecto de esa categoría, popularizada por la norteamericana Lilian Glass, en su best seller Toxic People (Gente tóxica). Advierte que nadie es "cien por cien sano, ni física ni psicológicamente; por eso, es importante atender los patrones caracterológicos y sus efectos", según Lilian Glass.
"Los comportamientos destructivos son tolerados si aparecen de manera esporádica. Pero cuando se repiten con frecuencia contaminan las relaciones interpersonales", completa Kreimer.
"Confucio decía que si uno se topa con gente buena, debe tratar de imitarla, y si uno se topa con gente mala, debe examinarse a sí mismo", añade. Y caracteriza a la gente "tóxica" "por su falta absoluta de empatía con el otro". En ese grupo, incluye a los manipuladores, que se valen de la asimetría de la información para torcer destinos, y a líderes como George Bush, que buscan la adhesión a sus "decisiones impopulares presentándolas como necesarias".
¿Qué sucede con los pesimistas? Según Abraham, pueden ser "más lúcidos, inteligentes y valientes que toda esa pavada de la buena onda". Para Kreimer, la negatividad en demasía termina siendo contagiosa.
Diana Cohen Agrest, habla de "los vínculos destructivos de los que hay que huir". Pero advierte sobre la estigmatización y la capacidad de cambio de las personas. "Los seres humanos -dice- no somos de una vez y para siempre. Estamos en constante proceso de construcción. El nombre definitivo es el del epitafio, pues sólo allí adquirimos una identidad definitiva. Mientras vivimos, se puede dejar de ser 'tóxico', como también se pueden adquirir otras características. Sólo una visión demasiado pesimista del ser humano lo condena a ser de una vez y para siempre."
El filósofo Santiago Kovadloff confiesa cruzarse a menudo con este tipo de personas y rogar que en ese instante alguien en el teléfono lo libere de la situación. "Pongo el acento en los vínculos más que en las personas, porque el significado de alguien depende primordialmente de quien entable una relación con él"….. ejemplifica. Y se pregunta si la gente realmente se cuestiona qué es lo que uno produce en el otro.
"Yo también puedo irritar y ser
muy aburrido en mi vida pública", confiesa. Sin embargo, ubica como rasgo
dominante de la toxicidad a las personas monologadoras y
autorreferenciales y a aquellos que nos aplastan. El corolario es el
tedio, el desinterés y la urgencia de alejamiento, dice. Y arremete contra los
simuladores y contra aquellos vínculos cimentados a partir de una necesidad
tramposa: "La de no relacionarse realmente".
Claves para evitarlos
- Las personas "tóxicas" influyen en la salud tanto física como psíquica del otro. Por eso es clave identificar los síntomas que una compañía nociva produce.
- A esas personas se las controla quitándoles su poder, escapando de ellas o no
permitiéndoles acceso a nuestra intimidad.
- Si se debe convivir con ellas, en la familia o en el trabajo, hay que
abstraerse mentalmente de su presencia y acciones.
- Cuando surge un comentario o comportamiento "tóxico", simular que
uno le presta atención cuando, en realidad, se esfuerza por desoírlo.
- Al "tóxico" se lo neutraliza con amabilidad. Su afán por lastimar
con comentarios o actos desagradables resulta estéril si él percibe que carece
de efecto.
- Focalizarse en las cosas positivas que uno tiene en la vida cuando se está
cerca de una persona "tóxica". Es un ardid efectivo para superar los
malos momentos.
- Si no es posible evitarlos, adquiera un identificador de llamadas y reduzca
al mínimo el contacto personal con ellos.
- La actitud positiva es siempre una elección. Prepárese mentalmente para estar
bien y contrarrestar así las actitudes "tóxicas".
- Si una persona "tóxica" forma parte de su equipo de trabajo,
establezca de antemano y claramente las reglas de convivencia. Si se trata de
su jefe, hágale saber que usted y su equipo pierden eficiencia frente a comportamientos
negativos. Y póngale ejemplos.
- Si el "tóxico" no es alertado sobre su toxicidad, la extenderá en
el ambiente. No deje pasar por alto esas actitudes y convérselo inmediatamente
con él.
- Ejercite su propia autocrítica y revise con asiduidad qué tipo de actitudes y
comportamientos tiene usted para con los demás. Usted también puede ser
"tóxico" para otros. La regla es simple: no les haga a los demás lo
que no desea que le hagan a usted.
Fuente: LaNación.com
800 cargos públicos imputados por Corrupción en España
http://ecodiario.eleconomista.es/politica/noticias/3997524/05/12/Alrededor-de-800-cargos-publicos-imputados-por-corrupcion-en-Espana.html
800 cargos públicos imputados por Corrupción en España
http://ecodiario.eleconomista.es/politica/noticias/3997524/05/12/Alrededor-de-800-cargos-publicos-imputados-por-corrupcion-en-Espana.html
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