En 1798 Napoleón Bonaparte emprendió un viaje desde
el Mediterráneo hacia oriente para bloquear las rutas del imperio
británico. De camino tomó Malta y unos meses más tarde penetró en el continente
africano.
La Campaña
de Egipto, como fue conocida, supuso una derrota ante
Inglaterra, aunque se consideró como un paso hacia adelante y sirvió
al general para volver a Francia urgentemente y dar el golpe de estado del
18 de Brumario que derrocó el gobierno del Directorio.
La campaña siguió su curso sin Napoleón, y
el 5 de julio de 1799 llegaron a una localidad próxima a la ciudad
portuaria de Rashid, conocida por los franceses como Rosetta. Allí, el 15
del mismo mes, un soldado del regimiento encontró
bajo la tierra una roca de color oscuro con algunas inscripciones.
Además de la misteriosa roca hallaron muchas otras piezas arqueológicas. Sin
embargo, este pedazo de granodiorita (tipo de roca similar al
granito) recibió una atención especial y acabó siendo un descubrimiento más importante de lo esperado.
Se cumplen 215 años del
descubrimiento de la piedra Rosetta.
Una roca que fue fundamental para comprender la
cultura egipcia. Unos años más tarde de su descubrimiento, se pudo
descifrar la escritura jeroglífica, un hallazgo que facilitó el estudio de
su civilización. El origen de la disciplina histórica de la egiptología, cuyo primer exponente sería Jean-François Champollion, el
estudioso encargado de descifrar la roca.
El símbolo de la ciencia
La piedra, que en un primer momento identificaron
como basalto, portaba tres inscripciones talladas. Un equipo de científicos de
la expedición la examinó detalladamente. Se trataba de tres signos
distintos que, tras numerosos estudios, se identificaron. Una primera parte
de jeroglíficos egipcios,
un segundo fragmento en escritura demótica y una tercera inscripción
en griego antiguo.
El descubrimiento se pudo reproducir y mandaron a
Francia el texto transcrito, para ser estudiado con mayor detenimiento. Tomó
notoriedad y se convirtió en símbolo de unos logros científicos que ocultaban
la verdad sobre la expedición. Las tropas inglesas se habían movilizado rápido
y los regimientos franceses se encontraban rodeados.
Intentando salir del país, el general británico John Hely-Hutchinson se interpuso en el camino
de los franceses hacia Alejandría y tras unos días de negociaciones, logró
hacerse con la piedra Rosetta. Se desconoce quién la llevó a Inglaterra pero,
poco tiempo después, estaba en territorio insular.
El renacimiento de una lengua
Reproducida, estudiada y examinada en las
universidades más importantes del Imperio Británico, la
piedra seguía siendo un misterio. Se añadieron nuevas
inscripciones en los costados que decían: “Capturada por el ejército británico”
y “Presentada por el Rey Jorge III” y, en 1802 se trasladó al Museo
Británico, donde ha estado expuesta desde entonces.
Por cosas del destino, las inscripciones no se descifraron hasta 1822. Tuvo que ser un francés, Jean-François Champollion, un profesor de Grenoble, el primero capaz de entender lo que había escrito en la piedra. Gracias a unas copias de las inscripciones jeroglíficas y griegas que llegaron a su disposición, empezó a comprender su contenido. Se trataba de un decreto sacerdotal en honor del faraón Ptolomeo V, datado en el año
A partir de sus conclusiones renació
la lengua del Antiguo Egipto, que llevaba
desaparecida desde el Imperio Romano. El manejo de la escritura
jeroglífica hizo posible entender muchos documentos e inscripciones y, con ello
se reveló la historia de Egipto. Un descubrimiento que permitió ampliar el
conocimiento sobre la civilización egipcia y fomentó su estudio.
La roca, que continúa en
Londres, ha sido reclamada en varias ocasiones por Egipto. Zahi
Hawaas, uno de los arqueólogos más
reconocidos del mundo, ha hecho la petición pública en numerosas ocasiones,
defendiendo que fue robada. "Recuperar
el busto de Nefertiti o la piedra Rosetta no es un sueño. Sé
que los veremos de vuelta en Egipto", aseguró en su visita a España en
enero.
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