24/4/17

LO ABSOLUTO (IV)


Fundar la ciencia en un hecho de conciencia o de sentimiento, sin tener por norte las ideas arquetípicas, es entregar el mundo al desorden, es la proclamación de la insubordinación universal, es el “sálvese el que pueda” del género humano, es subordinar la idea al apetito, es querer suprimir la luz para ver más claro.

Con el psicologismo se eleva a principio la insubordinacion; y entonces Lutero proscribe la fe, Descartes y Kant la certeza absoluta, Mallebranche la libertad, Espinosa la moral, Rousseau la autoridad, unos el libre albedrío, y todos a Dios. Dejemos pues lo medible y lo que mide, y subamos a la medida de todo.

Empecemos por sentar, con más razón que Arquímedes, la siguiente aserción: «Dadme un punto en el espacio, y yo os daré las leyes de la creación.»
Decía Arquímedes: «Dadme un punto en el espacio, y yo os moveré el mundo con mi palanca», esto lo haría cualquier niño.
Dice Descartes: «Dadme materia y movimiento, y os haré el mundo físico», también esto es fácil; sería, como era indispensable que fuese, un mundo muy mal formado; pero en fin, el mismo niño con estos dos elementos de Descartes podría jugar a hacer caos, haría un mundo físico cualquiera.
Pero yo haré más todavía. Si me dais la abstracción más abstracta, la imagen de un átomo; fijaos bien en el punto de partida, solo la imagen de un átomo, yo os haré el mundo de las ideas. Y como la razón de las ideas es la razón de las cosas, dada la razón inmutable de las ideas, estaremos en posesión de la verdad absoluta de las cosas.
Rosmini cree que para dar a la filosofía cristiana los dos caracteres de la verdadera ciencia, la unidad y la totalidad, basta admitir como innata una sola idea, a saber, que el ser es posible. Rosmini pedía demasiado. Para construir la ciencia, yo me contentaré con que se me admita no una idea innata, sino una idea adquirida, no un principio verdadero, sino un principio supuesto; en una palabra, no necesito que se me conceda la existencia del ser, sino la mera concesión de que es posible la existencia de alguna cosa.
Supongamos la imagen ideal de un átomo fantástico, la idea del punto matemático. Con este mínimo supuesto nos basta para construir el mundo de las ideas.

En todos los seres es forzoso que haya algo de común, porque si todas las cosas no tuvieran una sustancia común, la armonía del universo sería imposible. La sustancia común es el eje que atraviesa todo lo creado actual, y lo creado venidero o posible: el mundo real y el mundo inteligible.
¿Cuál es la sustancia? o ¿de qué dicen los filósofos que se componen las cosas?.

Continuará...

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