Fundar
la ciencia en un hecho de conciencia o de sentimiento, sin tener por
norte las ideas arquetípicas, es entregar el mundo al desorden, es
la proclamación de la insubordinación universal, es el “sálvese
el que pueda” del género humano, es subordinar la idea al apetito,
es querer suprimir la luz para ver más claro.
Con
el psicologismo se eleva a principio la insubordinacion; y entonces
Lutero proscribe la fe, Descartes y Kant la certeza absoluta,
Mallebranche la libertad, Espinosa la moral, Rousseau la autoridad,
unos el libre albedrío, y todos a Dios. Dejemos pues lo medible y lo
que mide, y subamos a la medida de todo.
Empecemos
por sentar, con más razón que Arquímedes, la siguiente aserción:
«Dadme un punto en el espacio, y yo os daré las leyes de la
creación.»
Decía
Arquímedes: «Dadme un punto en el espacio, y yo os moveré el mundo
con mi palanca», esto lo haría cualquier niño.
Dice
Descartes: «Dadme materia y movimiento, y os haré el mundo físico»,
también esto es fácil; sería, como era indispensable que fuese, un
mundo muy mal formado; pero en fin, el mismo niño con estos dos
elementos de Descartes podría jugar a hacer caos, haría un mundo
físico cualquiera.
Pero
yo haré más todavía. Si me dais la abstracción más abstracta, la
imagen de un átomo; fijaos bien en el punto de partida, solo la
imagen de un átomo, yo os haré el mundo de las ideas. Y como la
razón de las ideas es la razón de las cosas, dada la razón
inmutable de las ideas, estaremos en posesión de la verdad absoluta
de las cosas.
Rosmini
cree que para dar a la filosofía cristiana los dos caracteres de la
verdadera ciencia, la unidad y la totalidad, basta admitir como
innata una sola idea, a saber, que el ser es posible. Rosmini pedía
demasiado. Para construir la ciencia, yo me contentaré con que se me
admita no una idea innata, sino una idea adquirida, no un principio
verdadero, sino un principio supuesto; en una palabra, no necesito
que se me conceda la existencia del ser, sino la mera concesión de
que es posible la existencia de alguna cosa.
Supongamos
la imagen ideal de un átomo fantástico, la idea del punto
matemático. Con este mínimo supuesto nos basta para construir el
mundo de las ideas.
En
todos los seres es forzoso que haya algo de común, porque si todas
las cosas no tuvieran una sustancia común, la armonía del universo
sería imposible. La sustancia común es el eje que atraviesa todo lo
creado actual, y lo creado venidero o posible: el mundo real y el
mundo inteligible.
¿Cuál
es la sustancia? o ¿de qué dicen los filósofos que se componen las
cosas?.
Continuará...
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